El 18 de julio de 1945 no solo se celebró en la capital de
España la tradicional conmemoración de
la efeméride del Alzamiento Nacional (que en 1936 dio lugar a la Guerra civil y posterior régimen de la dictadura
franquista), también fue una fecha en la que el dictador Francisco Franco presentó la quinta remodelación de su
gobierno y, dentro de la serie de actos programados para aquel día, tuvo
lugar un singular festejo taurino en la
plaza de toros de Madrid en el que tomaba la alternativa uno de los toreros
más atípicos que han pasado por los ruedos españoles.
Se trataba de Sidney
Franklin, un estadounidense de 42 años de edad, nacido en Brooklyn (Nueva
York) en 1903, el mediano de una familia numerosa cuyos padres eran unos
inmigrantes rusos judíos y que se había convertido en un apasionado al arte
taurino, llevando dos décadas dedicado a intentar triunfar como matador de
toros.
Sidney Franklin, a quien llegaron a apodar como ‘el Torero de la Torah’ e incluso algún
crítico taurino lo bautizó con el apelativo de ‘el Yanki’, era un viejo conocido de los ambientes taurinos
españoles, debido a que ya había estado en otras veces toreando en plazas tan
importantes como la de Madrid o Sevilla, pero en aquellas lo había hecho como
novillero.
La primera vez que visitó España fue en 1929. Llevaba un
lustro como novillero en México, donde aprendió el oficio de torear tras llegar
a aquel país en 1922 después de una pelea que había tenido con su padre, quien
no veía que su hijo quisiera dedicarse al mundo de la interpretación (por
aquellos años Sidney quería ser actor de teatro).
Su progenitor era un hombre de fuerte carácter y que
trabajaba como policía en Brooklyn (de hecho consta como el primer agente de
policía de origen ruso en la ciudad de Nueva York). La discusión con su hijo,
al enterarse de los propósitos actorales de éste, provocó que el muchacho (que
tenía 19 años en aquel momento) decidiera escaparse de casa, yendo a parar a México.
Allí hizo sus pinitos en el mundo de la interpretación y gracias a su buena
planta (medía cerca de dos metros) lo contrataron para posar como modelo de
unos carteles taurinos, en los que se vistió de torero para las fotografías.
Parece ser que alguien le hizo un insolente comentario en el
que insinuaba que un estadounidense jamás sería capaz de torear, algo que
ofendió e hirió el orgullo de Sidney y decidió probar suerte en el mundo del
toreo, para demostrar que él, como neoyorquino era capaz de ponerse delante de
un toro.
Por aquel tiempo se había cambiado el apellido por el de Franklin
(el verdadero era ‘Frumkin’, pero no
deseaba ser encontrado pro su padre) y además de hacer algunos pequeños
trabajos como actor, llegó a aprender a torear y le surgió la oportunidad de
demostrarlo participando en algunas novilladas
en México, alcanzando cierto éxito que le abrieron las puestas de los cosos
taurinos españoles.
Llegó a España por primera vez en junio de 1929 y solo en el
siguiente medio año participó como
novillero en un total de 14 festejos taurinos (en Madrid, Sevilla,
Santander, Tarragona, San Sebastián, Bilbao, Ceuta o Cádiz, entre otros
lugares).
Fue durante esa primera estancia en España cuando conoció a
su paisano Ernest Hemingway, quien
le abrió las puertas de algunos de los círculos más exclusivos de los
intelectuales y alta sociedad española, por lo que Sidney Franklin se hizo
rápidamente un hueco, siendo invitado a numerosos eventos y fiestas.
Su porte e imponente altura, además de ser torero y de
origen estadounidense, hizo que estuviese continuamente acompañado por
numerosas mujeres, algo que a él le venía de perlas para poder ocultar públicamente
su homosexualidad (debemos tener en cuenta que hace un siglo el ser gay no
estaba bien visto e incluso se perseguía a quienes practicaban la sodomía, tal
y como se denominaba a las relaciones homosexuales por entonces).
El propio Ernest Hemingway (con quien coincidiría en
diversas ocasiones) mencionó y alabó al joven torero neoyorquino en su novela ‘Muerte en la tarde’ de 1932, donde se
puede encontrar cosas como:
[…] Es
valiente con un sentido frío, sereno e inteligente del valor […][…] Es uno de los más hábiles, elegantes,
diestros y lentos con la capa que torean hoy día […][…] Se encuentra entre los seis mejores
matadores de España actuales […]
Varios fueron los viajes que realizó Sidney Franklin a
España a lo largo de los siguientes años, siendo siempre tratado como una
auténtica figura del toreo (a pesar de que todavía era novillero). Tras la
Guerra Civil estuvo unos años sin visitar la Península Ibérica, aprovechando
para compatibilizar su carrera taurina en América con su debut como actor en
Hollywood, donde rodó algunas películas (interpretándose a si mismo, entre
otras en ‘The kid from Spain’, en
1932, estrenada en España un año después como ‘Torero a la fuerza’). Algo que le fue de perla para irse
recuperando de las lesiones de varias cogidas que había sufrido.
En 1945 se le presentó la oportunidad de volver a visitar
España y, además, poder tomar la
alternativa como torero en Madrid, en uno de los festejos más importantes (como
he mencionado al inicio del post, como celebración de la efeméride del
denominado como Alzamiento Nacional del 18 de julio de 1936).
En la prensa española de la época se publicaron numerosos artículos
y entrevistas hablando maravillas de Sidney Franklin y decidiendo el torero
neoyorquino quedarse a vivir durante una larga época en el país, donde se le
colmaba de presentes y se le trataba como toda una celebridad.
Tras retirarse de los ruedos, a mediados de la década de
1950, decidió instalarse a vivir en Sevilla, donde abrió una escuela taurina.
A pesar de ser judío, uno de los motivos por el que se le
trató bien en la España franquista fue su posicionamiento a favor del Bando
Nacional durante la Guerra Civil, algo que le sirvió para enemistarse y
distanciarse de Ernest Hemingway (quien defendió a los republicanos).
Pero hubo una cosa que las autoridades franquistas no
quisieron perdonar a Sidney Franklin y fue enterarse de su condición de
homosexual, siendo arrestado (tras aplicarle la famosa ‘Ley de vagos y maleantes’ que castigaba las
conductas homosexuales), pasando nueve
meses en prisión. Dicha detención se quiso disfrazar como un castigo por
haber importado un automóvil extranjero y no haber regularizado la
documentación.
Este fue el detonante para que Sidney Franklin decidiera
abandonar España y no volver nunca más. En los siguientes años trabajó en
Estado Unidos como conferenciante e incluso de comentarista en algunas corridas
de toros que se retransmitían por televisión.
Sus últimos años fueron de olvido total, yendo a vivir a una
residencia de ancianos de Brooklyn, en la que falleció el 26 de abril de 1976 a
los 72 años de edad.
Fuentes de consulta e imágenes: nytimes
/ American
Jewish Historical Society / plus61j
/ portaltaurino
(1) / portaltaurino
(2) / imdb
/ hispaniccouncil
/ hemeroteca
abc / revista
El ruedo – hemeroteca biblioteca digital Castilla y León (pdf) / Wikimedia
commons
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