El japonés que sobrevivió al hundimiento del Titanic y fue castigado al ostracismo en su país
El pueblo japonés tiene unos firmes códigos de comportamiento, honor y sacrificio que se remontan a muchos siglos atrás. Con los años su cultura ha ido evolucionando hacia unas costumbres más occidentales o europeístas, adaptando algunas de sus tradiciones y abriéndose hacia un pensamiento menos rígido en según qué cuestiones.
El gran cambio social y cultural de Japón surgió tras la Segunda Guerra Mundial y algunas décadas antes, tras el inicio del siglo XX todavía eran muy cerrados en según qué asuntos, entre ellos el de la honorabilidad (tanto personal como colectiva), motivo por el que el protagonista del artículo de hoy en el ‘Cuaderno de Historias’ sufrió el aislamiento por parte de sus compatriotas por el simple hecho de haber sobrevivido al hundimiento del Titanic.
Su nombre era Masabumi Hosono, trabajaba como alto funcionario, ejerciendo de consejero adjunto de ferrocarriles, en el Ministerio de Tierras, Infraestructura , Transporte y Turismo del Imperio del Japón (en aquellos momentos en la denominada ‘Era Meiji’) y a finales de 1910, con 40 años de edad, fue enviado a Rusia, donde debería estudiar el sistema ferroviario estatal ruso, donde estaría durante un periodo de algo más de un año.
Ya en la primavera de 1912 comenzaría el periplo de su regreso a Tokio, yendo desde San Petersburgo hasta Londres y desde la capital del Reino Unido dirigirse hasta la ciudad portuaria de Southampton, donde se embarcaría rumbo a Nueva York navegando en el Titanic, el 10 de abril, al haber conseguido un pasaje de segunda clase para el viaje inaugural del famoso transatlántico.
La intención de Masabumi Hosono, una vez llegase a Nueva York, era realizar varias reuniones con funcionarios de los ferrocarriles de los Estados Unidos, cruzar el país hasta San Francisco y desde la costa Oeste embarcarse rumbo a su hogar en Japón.
Pero aquel fatídico viaje inaugural del Titanic se encontró con un iceberg en su trayecto durante la cuarta noche de navegación, provocando una de las mayores tragedias marítimas de la historia.
Masabumi Hosono era el único pasajero japonés a bordo y viajaba con un pasaje de segunda clase, algo que le daba algunos pocos privilegios (como el poder acceder hasta la cubierta en el momento que empezó a hundirse el barco; una suerte que los de tercera clase no tuvieron).
Una vez en cubierta, el caos y el histerismo se había apoderado de la mayoría de los presentes y ante tal confusión y el temor de morir en aquel lugar, Masabumi Hosono tomó una precipitada decisión que le salvó la vida pero que haría que fuese señalado y estigmatizado en su país para el resto de su vida.
En el momento en el que se estaba embarcando en los botes salvavidas a las mujeres y niños (tal y como marca la tradición marítima de salvamento), escuchó decir que en el bote número diez quedaba un hueco libre y sin pensárselo dos veces, Masabumi pegó un salto hacia el interior y se camufló entre los pequeños que allí había.
Alguna fuente, a posteriori, indicó que el camuflaje del señor Hosono para colarse en ese bote fue disfrazándose de mujer, pero él siempre defendió que esa acusación era totalmente falsa y que únicamente saltó al bote diez cuando vio que ya lo lanzaban al mar y quedaba una plaza libre que no sería aprovechada.
Mientras se alejaba el bote pudo ver como el Titanic terminaba de romperse en dos trozos y se hundía hacia lo más profundo. Unas cuantas horas después eran recatados por los tripulantes del RMS Carpathia, llegando sanos y salvos al puerto de Nueva York el 18 de abril.
Fue tal la magnitud de la tragedia y la gran cantidad de víctimas de nacionalidad estadounidense y de gran relevancia, que Masabumi Hosono pasó prácticamente desapercibido a su llegada a Nueva York. Gracias a la colaboración de unos amigos, que trabajaban y residían en esta ciudad, consiguió el suficiente dinero para desplazarse hasta San Francisco y allí volver a embarcarse rumbo a Japón.
Mientras se encontraba en San Francisco, a la espera de coger un barco que lo llevase de regreso a su hogar, Masabumi Hosono conoció a un periodista, a quien le explicó su terrible experiencia a bordo del Titanic y que publicaría un artículo en un periódico local el cual titularía ‘El afortunado chico japonés’ (Lucky Japonese Boy), siendo esta toda la relevancia que tuvo su historia en suelo norteamericano.
Su regreso a Japón tuvo dos fases muy diferentes: por una parte, tras llegar a Tokio fue recibido con honores, siendo entrevistado por diversos periódicos y teniendo una cierta relevancia su historia. Se trataba del único ciudadano japonés que viajaba en el Titanic en el momento de la tragedia y había tenido la enorme fortuna de haber salvado la vida, algo que consideraban que era una señal del destino y que Masabumi Hosono estaba tocado por algún tipo de divinidad que lo protegió durante la tragedia del trasatlántico.
Pero no tardó demasiado tiempo en circular la noticia sobre el modo en el que aquel ilustre ciudadano nipón había logrado salvar su vida: colándose en un bote destinado a salvar la vida de mujeres y niños, ocupando una plaza que no le correspondía.
Esto cayó como una jarra de agua fría en el estricto y tradicional pensamiento japonés sobre el honor y sacrificio, siendo señalado rápidamente como un cobarde y persona indigna por haber traicionado lo que ellos consideraban como el espíritu samurái de abnegación, ya que debía haber permanecido a bordo del Titanic hasta el momento en el que todas las mujeres, niños y personas con necesidades especiales hubiesen estado a salvo y entregando su vida por la de estos.
La prensa nipona empezó a publicar artículos denostando a Masabumi Hosono, siendo despedido fulminantemente de su empleo en el ministerio y quedando en el ostracismo a lo largo del siguiente cuarto de siglo.
Y es que tuvo que pasar cerca de veinticinco años para que se diera a conocer una carta manuscrita por Masabumi Hosono y que este entregó a su esposa al regresar a su hogar tras el hundimiento del Titanic en el que le relataba todo lo que había pasado. En la misiva (realizada en una hoja que llevaba el membrete del trasatlántico) explicaba cómo llegó a la cubierta superior tras muchas dificultades al no serle permitido el paso por miembros de la tripulación, que lo mandaban a la parte inferior por el hecho de ser oriental y tras poder llegar arriba intentó guardar la calma y ayudar en lo que estuviese en sus manos.
En un momento dado, mientras los botes salvavidas se estaban llenando de mujeres y niños, observó como un marinero gritaba que el bote número diez sobraba espacio para dos personas más, viendo saltar a un hombre hacia dentro. En milésimas de segundo tuvo que decidir si dejaba que aquella embarcación se ponía a flote con una plaza libre que no sería aprovechada por nadie o saltaba él y se ponía a salvo. Ya así lo hizo.
No había sido nada premeditado, ni había ocupado el sitio de otra persona. De no haber saltado Masabumi Hosono a aquel bote salvavidas se hubiese ido con una plaza libre.
En el momento de conocerse la carta, Japón llevaba unos años en un nuevo periodo político y social (Era Shōwa), por lo que se relajó la tensión hacia asuntos como el de Masabumi Hosono y en 1939 (cuando contaba con 68 años de edad) se le restituyó el honor y concedió una pensión de jubilación. Casualmente, aquel mismo año (el 14 de marzo), falleció plácidamente mientras dormía.
Seis décadas después, coincidiendo con el estreno de la película ‘Titanic’ (dirigida por James Cameron), la historia de Masabumi Hosono volvió a hacerse pública.
Fuentes de consulta e imagen: encyclopedia-titanica / highbeam / titanic.fandom / natgeo / Wikimedia commons
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