El intrépido aventurero que en 1926 saltó en moto y un paracaídas por un acantilado

El afán del ser humano por volar ha llevado a un gran número de personas a inventar todo tipo de artilugios con los que poder alzarse y mantenerse flotando por los cielos. El propio Leonardo da Vinci diseñó una máquina voladora a finales del siglo XV (famosos son los bocetos que dejó del denominado ‘hombre-pájaro’).

También nos podemos encontrar que, a lo largo de la historia, innumerables han sido las ocasiones en las que intrépidas personas han intentado lanzarse al vacío con algún mecanismo (alas, paracaídas…) con intención de demostrar que podían volar y han perdido la vida en el intento. Uno de ellos fue Franz Reichelt, quien se lanzó desde lo más alto de la Torre Eiffel, el 4 de febrero de 1912, yendo a parar contra el asfalto donde perdió la vida al instante (llegó a hacer en el suelo un agujero de quince centímetros tras el brutal impacto).

Entre la amalgama de intrépidos aventureros que lo probaron todo para intentar volar (aunque solo fuese por unos segundos) se encuentra el estadounidense Fred Osborne quien quiso mezclar sus dos grandes pasiones en una sola: saltar con su motocicleta al vacío por un acantilado de 60 metros de altura y poder sobrevivir a ello gracias a un paracaídas que le ayudaría a descender lentamente, mientras experimentaría la increíble sensación de estar suspendido en el aire.

Sucedió en noviembre de 1926 y la hazaña se llevó a cabo en el acantilado de Huntington, situado junto a la playa del mismo nombre (a algo más de 50 kilómetros de Los Ángeles, California) y que desde hace un tiempo se ha convertido en uno de los lugares preferido de deportistas dedicados al surf, parapente o ala delta.

Fred Osborne conduciría una motocicleta a unos 100 km/h aproximadamente, en un trayecto lo suficientemente largo para poder alcanzar la mencionada velocidad, y lo haría en dirección al acantilado, allí había sido colocada una pasarela hecha con tablones de madera que le ayudaría a coger impulso hacia delante (y así no caer en picado hacia abajo). Nada más salir despedido, y todavía sentado en la motocicleta, abriría el paracaídas que llevaba en su espalda.

Si los cálculos no fallaban todo saldría perfecto y la obertura del paracaídas frenaría el descenso, pudiendo deslizarse por el cielo durante un tiempo y alcanzando el suelo sin correr peligro alguno.

Pero los cálculos fallaron y cuando se lanzó a gran velocidad por el acantilado de Huntington el paracaídas no se abrió en el momento esperado, cayendo rápidamente hacia el suelo a la vista de docenas de espectadores que hasta allí se habían desplazado para ver la heroica gesta del intrépido aventurero.

Afortunadamente y a pesar de la gran altura del acantilado de Huntington, Fred Osborne salió con vida de la aparatosa caída (aunque tuvo que ser atendido de urgencia en el hospital) y fue gracias a unos cables de la línea telefónica que por allí pasaban y que amortiguaron la caída, salvándole la vida. Sin embargo la motocicleta quedó hecha añicos.

La publicidad previa que se le dio a esta hazaña hizo que muchos fueran los periodistas que cubriesen la noticia, habiendo incluso varias cámaras de rodaje que filmaron todo lo ocurrido y cuyo vídeo puede visionarse a continuación.

Fuentes de las imágenes: captura YouTube British Pathé / Popular Science (Abril 1927)

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