El bulo que se compartió por Madrid en 1834 y provocó el asesinato de 73 religiosos

A lo largo del siglo XIX numerosos fueron los conflictos políticos y bélicos que hubo en el país(invasión napoleónica, guerra de independencia, guerras carlitas…), cambios y alternancias en un sinfín de gobiernos, abdicaciones de reyes, proclamación de la I República y vuelta a la monarquía, revoluciones ciudadanas y un largo etcétera que lo convirtieron en una de las etapas más convulsas de la historia de España.

Tras el fallecimiento de Fernando VII, a finales de septiembre de 1833, el país volvió a vivir un nuevo periodo de desestabilidad política, al haber aprobado poco antes de su muerte la conocida como Pragmática Sanción, por la cual permitía reinar en España a las mujeres y como tal, la corona recaía en su hija Isabel, algo que no sentó nada bien al hermano del monarca (Carlos María Isidro de Borbón) quien también era pretendiente a ocupar el trono real y dando origen a la Primera Guerra Carlista.

Diferentes fracciones de la sociedad de la época se posicionaron a uno y otro bando, estando de un lado los ‘isabelinos’ (también llamados ‘cristinos’, por la regente María Cristina, viuda de Fernando VII y madre de la futura Isabel II) y por el otro los denominados como ‘carlistas’ (apoyando al aspirante a rey).

Del lado de los carlistas se posicionó gran parte del clero, levantando grandes antipatías entre el pueblo, que era más afín a la legítima heredera.

Coincidiendo con aquella misma época, llegó hasta Madrid una epidemia de cólera que llevaba cerca de un lustro extendiéndose por gran parte de Europa y otros lugares de la Península Ibérica, dándose los primeros casos en la capital de España a finales de junio de 1834.

En un principio, el propio gobierno de la nación negó que la epidemia hubiese llegado a Madrid, pero debido a la gran cantidad de enfermos y contagiados que iban produciéndose, los ciudadanos fueron conscientes de que estaban siendo engañados por las autoridades.

Fue entonces cuando empezó a circular por la Corte y Villa una serie de rumores sobre las posibles causas de la llegada del cólera a Madrid y el motivo por el que la epidemia se estaba extendiendo tan rápidamente por la capital.

Se dijo que podría haber sido a causa de la llegada de un grupo de jóvenes mendigos que habían viajado recientemente hasta la ciudad portando la enfermedad. También hubo quien echó la culpa a las prostitutas callejeras, que ya no solo habían contagiado la enfermedad a los clientes que requerían de sus servicios, sino que las meretrices habrían infectado las fuentes públicas, al beber de los caños de éstas.

Entre toda la amalgama de teorías sobre quienes eran realmente los culpables de aquella epidemia, y en el momento en el que el cólera estaba provocando centenares de muertos, hubo quien hizo correr un rumor que rápidamente fue pasando de boca en boca y que indicaba que los responsables habían sido unos frailes, a quienes se les culpaba de haber envenenado las fuentes públicas.

En aquellos momentos la institución eclesiástica estaba pasando por uno de los momentos más bajos de popularidad entre la ciudadanía, debido al apoyo que habían dado a los carlistas en la cruenta guerra que tenía dividido el país.

Aquel rumor se inició el 17 de julio de 1834 a raíz de pillar a un niño realizando la travesura de echar un poco de tierra en la cuba de un aguador (profesionales que se dedicaban a recoger agua de las fuentes públicas y repartirla por los domicilios). Un grupo de ciudadanos (con los ánimos encrespados por los acontecimientos de la guerra y la epidemia) le propinaron tal paliza al muchacho que acabo con su vida y de ese despropósito surgió el comentario malintencionado de alguno de los presentes de que varios eran los mozos que se estaban dedicando a contaminar el agua en diferentes fuentes de Madrid por encargo de los frailes.

Cabe destacar que el hecho de echar tierra o alguna piedra dentro de las cubas de agua era una gamberrada muy habitual entre los pequeños de la época y hasta entonces, cuando se pillaba a alguno haciéndolo, le caía una buena reprimenda y algún que otro coscorrón. Pero en aquella ocasión se les había ido de las manos al acabar con la vida del infeliz muchacho en un incomprensible linchamiento.

Con los ánimos caldeados y tras haber corrido como la pólvora aquel bulo malintencionado sobre la autoría del envenenamiento del agua por parte de los religiosos, docenas de ciudadanos se congregaron en céntricas plazas de la capital madrileña. En cada uno de esos grupos se iban explicando diferentes versiones de la historia, pero en todas coincidía que detrás de la contaminación se encontraban algunos frailes que habían pagado por ello (vagabundos, prostitutas, cigarreras, muchachos… diferentes eran los protagonistas de los falsos relatos que se iban explicando y en todos ellos siempre eran por encargo de los eclesiásticos).

Otro de los detalles que hacía creíble el rumor, que indicaba que los religiosos estaban tras el envenenamiento, fue el hecho de que en las homilías ofrecidas en algunas iglesias, en los últimos días, fue repetida, por parte de los respectivos oficiantes de las misas, frases en las que decían que la epidemia de cólera había sido un castigo divino para los habitantes de la capital.

Toda aquella mezcla de rumores provocó que algunas turbas ciudadanas decidieran acudir a algunos conventos del centro de la ciudad para exigir explicaciones, acabando los asaltos a los sacros lugares con ciudadanos exaltados y fuera de sí que empezaron a agredir a los religiosos, teniendo el trágico resultado de 73 frailes muertos y once heridos.

Ante tales acontecimientos, el gobierno decretó el ‘estado de sitio’ y reprimió las revueltas ciudadanas a través del ejército, deteniendo a cerca de un centenar de individuos que habían participado en los trágicos actos. De ellas, se llevó a juicio a 79 y tan solo dos personas fueron condenadas y ejecutadas. Lo curioso es que los cargos que se les imputaron fue el de robo, pero no el de asesinato o participación en la rebelión contra el clero.

No fue hasta muchas décadas después cuando se supo que aquellas revueltas ciudadanas que acabaron provocando el asesinato de los 73 frailes se originaron a raíz de un bulo malintencionado y que nada tuvieron que ver los religiosos con la epidemia de cólera que afectó a la capital de España.

Fuente de la imagen: Wikimedia commons

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