Actualmente la mayoría de naciones y culturas miden su
tiempo a través del llamado ‘Calendario
Gregoriano’, promovido por el papa
Gregorio XIII y que se puso en marcha a partir del año 1582 (progresivamente,
siendo España, Italia y Francia los primeros en hacerlo y poco a poco el resto
a lo largo de los siguientes siglos).
Este calendario venía a sustituir el que se había utilizado
hasta entonces desde el año 46 a.C. (el llamado Calendario Juliano) y corregía algunos errores de éste. Una de las
cosas que hubo que hacer en el momento de cambiar al nuevo calendario fue
quitar de un plumazo diez días, pasando
del jueves 4 al viernes 15 de octubre de 1582.
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Una de las anécdotas que dejó el suprimir esos días fue que la
noche de ese 4 de octubre de 1582 murió Santa
Teresa de Jesús y por tal motivo, según la fuente que consultemos, encontramos
que unos dan como fecha de fallecimiento el día 4 y otros el 15 de octubre (que
es cuando se celebra su onomástica).
Pero si nos vamos hacia atrás, hasta el siglo I a.C., cuando
se puso en marcha el Calendario Juliano encontraremos que este también dio pie a alguna que otra curiosa anécdota,
pero, sobre todo, provocó que el pueblo romano viviera el año 46 a.C. como algo
atípico, motivo por el que históricamente es conocido como ‘annus confusionis’ (año de la confusión).
Originalmente el calendario
romano (al igual que el de otras muchas culturas) se basaba en los ciclos
lunares y los años constaban de diez meses (6 con 30 días de duración y 4 de
31) por lo que la duración anual total (que empezaba en marzo) era de 304 días.
En el siglo VII a.C. se modificó añadiéndole dos meses adicionales al final (enero y
febrero) y se modificó la duración de los meses (7 meses de 29 días, 4 de 31 y
1 de 28) pasando a durar el año 355 días.
Fue en el mencionado 46 a.C. cuando Julio Cesar decidió aplicar los correspondientes cambios al
calendario para corregir los errores que hasta aquel momento se habían estado
acumulando desde que seis siglos atrás se había modificado el calendario
romano. Ese descuadre provocaba que astronómicamente no cuadrasen las fechas.
Julio Cesar había encargado al astrónomo Sosígenes de Alejandría que hiciera
cálculos y adecuara el calendario lunar romano a uno de ciclo solar, quedando estipulada la duración de un año en 365,25
días y como redondeo fue cuando se le aplicó ese día extra a febrero cada
cuatro años (el año bisiesto). Pero
en el Calendario Juliano ese día de más no era el 29 sino que era una jornada
(sin numeración) que se colocaba entre
el 23 y el 24 de febrero. Debemos tener en cuenta que en este calendario el
año seguía comenzando en marzo y febrero era el último mes anual.
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Pero a ese año 46 a.C. no se le añadieron unos pocos días,
sino que para cuadrar astronómicamente el calendario y adecuarlo al ciclo solar
(tal y como se regiría a partir de entonces) siguiendo las instrucciones de
Sosígenes hubo que añadirle un total de 90 días extras, por lo que ese año tuvo
una duración de 455 días (el equivalente a tres meses más).
Esto llevó a la
confusión al pueblo romano, acostumbrado a regirse por un calendario lunar cuyas fases marcaba en
gran manera muchas pautas de sus vidas. Sobre todo se notó en el mundo rural en
el que los agricultores basaban sus siembras y cosechas midiendo las lunas que
transcurrían y las fases de ésta.
Este atípico año de 455 días fue conocido como ‘annus
confusionis’, pero este término no se le dio en aquella
época, sino varios siglos después, durante la Edad Media, cuando se realizaron
numerosos estudios sobre la vida y costumbres en la época del Imperio Romano.
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Cabe destacar que aunque me refiera a ese año como el 46
a.C., esa acepción no se le otorgó también hasta el medievo, cuando se puso
como referencia a la historia anterior y posterior la datación del año en el
que se calculaba que nació Jesucristo.
Lo que ahora conocemos como año 46 a.C. en aquella época era
el año 708 Ab urbe condita o A. u. C.
‘Ab urbe condita’
significaba literalmente ‘desde la
fundación de la ciudad’ (Roma), que era como antiguamente se contabilizaba
los años hasta que se sustituyó en la Edad Media por la referencia al año de
nacimiento de Jesús.
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