Edith Clifford, la artista tragasables a la que Houdini admiró profundamente

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Harry Houdini no
solo fue uno de los más grandes ilusionistas de su época y cuyo legado ha
llegado hasta nosotros un siglo después (su nombre sigue siendo uno de los más
conocidos en la Historia del ilusionismo y escapismo) también fue un gran
estudioso de todo lo que rodeaba a su profesión y observaba con detenimiento a
todos aquellos profesionales que se dedicaban a maravillar al público haciendo increíbles
proezas.

Si había algo que realmente molestaba a Houdini era el intrusismo profesional

El auge de los circos ambulantes y teatros
de variedades,
junto al apogeo de las sesiones de espiritismo, llevaron al
mundo del ilusionismo docenas de personajes que, en realidad, eran auténticos impostores, motivo por el que, siempre
que tenía ocasión, los retaba y desenmascaraba en público (como fue el caso del
español Joaquín María Argamasilla de la
Cerda y Elío
en 1924).

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retado por el ‘Gran Houdini’
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Pero al igual que desenmascaraba impostores, también se dedicó
a alabar a todo aquel profesional digno de mencionar. Houdini disfrutaba
enormemente visitando espectáculos donde actuaban  faquires, encantadores
de serpientes
, tragafuegos, regurgitadores o tragasables y fue precisamente
de una artista que dominaba esta última disciplina de la que habló mil
maravillas, mencionó en alguno de sus libros e incluso dijo de ella que
posiblemente era la ‘mejor dotada’ para ese oficio
.

Su nombre era Edith
Clifford
, era de ascendencia inglesa y nació en Boston en 1886. Se inició en el mundo de los ‘tragasables’ a la
edad de trece años y comenzó a actuar en pequeños teatros de variedades.

La gran habilidad de ‘Mademoiselle
Clifford’
(como se hacía llamar) era tragarse diversos sables y otros
elementos punzantes a la misma vez, algo que hasta entonces muy pocos artistas
habían sido capaces de realizar de un modo tan perfecto como ella lo hacía.

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No tardaron en ficharla para el espectáculo del ‘Ringling Brothers and Barnum & Bailey
Circus’
el más famoso e importante que hubo en la época y en 1901 fue
incorporada como una de los atracciones más especiales durante la gira europea
del circo.

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A lo largo de algo más de dos décadas Edith Clifford
consiguió encandilar a todo aquel que acudía al circo, siendo su número uno de
los que más boquiabierto dejaba al público.

Fue en la primavera de 1919 (algunas fuente indica que el 23 de marzo) cuando Harry Houdini tuvo la
oportunidad de visitarla en una de sus actuaciones y poder comprobar todas las
maravillas que tanto la prensa como el público hablaban del espectáculo de Mademoiselle
Clifford.

Allí pudo comprobar cómo era capaz de introducirse por la
boca todo tipo de elementos punzantes, algunos de ellos de un tamaño muy
superior al que otros artistas (también de renombre) eran capaces de tragar.

Uno de los números de mayor dificultad de Mademoiselle
Clifford era el tragarse una bayoneta que iba acoplada al cañón de un rifle, al
cual accionaba el gatillo y provocaba que la cuchilla se introdujera
completamente por su garganta. Una práctica que requería gran concentración y
que si se desviaba un escaso milímetro podría haber tenido nefastas
consecuencias para la vida de la artista.

También era capaz de introducirse varios elementos a la
misma vez: cuchillas más largas de lo habitual, afiladas tijeras, sables e incluso
un serrucho. Evidentemente, numerosas
fueron las ocasiones en las que padeció algún tipo de accidente mientras
realizaba sus arriesgados números circenses y muchas las veces en las que fue avisada
por sus médicos de que debería plantearse el abandonar esa profesión.

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Edith Clifford se casó en un par de ocasiones, ambas con
artistas circenses (enviudó del primero) y formó pareja artística con sus cónyuges
siendo conocido el espectáculo por el apellido de ella ‘The Cliffords’, algo
inusual para aquel tiempo, pero motivado por el hecho de que Edith era
realmente la más famosa del dúo.

A la edad de 36 años, tras 23 sobre el escenario y en pleno
apogeo de su carrera, Mademoiselle Clifford decidió abandonar el mundo del
espectáculo para poder vivir una vida tranquila, lejos de pistas de circo y,
sobre todo, anónima. Para ello, en 1922, se trasladó con su segundo esposo
hasta la pequeña población de Canton (Ohio) donde pasó a ser conocida como la
señora Edith Bauer (esta vez ya usaba el apellido de su marido) y regentaron una
tienda de comestibles donde pasaron totalmente desapercibidos. Alguna fuente indica
que Edith Clifford falleció a los 55 años en el Hospital Aultman de Canton, el
3 de septiembre de 1942, víctima de un cáncer de ovarios.

Fuentes de consulta: io9.gizmodo
/ Traficantes de milagros y sus métodos de
Harry Houdini
/ theilluminatedshowman
/ swordswallow

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