Cuando resbalarse con una piel de plátano se convirtió en un lucrativo negocio para muchos neoyorquinos

Hace poco más de un siglo, durante el primer cuarto de 1900,
triunfaron las películas cómicas, un
género que hacía las delicias de mayores y niños, arrancando las carcajadas del
público y  teniendo como protagonistas de
los sketches más divertidos y surrealistas a artistas como Charles Chaplin (Charlot), Buster Keaton, Oliver Hardy y Stan Laurel
(‘el Gordo y el flaco’), Mabel Norman, Roscoe Arbuckle
o Harold Lloyd (por citar unos pocos).

Varios eran los gags que los directores sabían que
funcionaban a la perfección: lanzar una
tarta a la cara, mojar a alguien con un chorro de agua que sale de una flor en
la solapa, arrear una patada en el trasero
o un resbalón tras haber pisado una cáscara de plátano.

[Lee el post
relacionado:
La
humilde tendera que ganó una fortuna vendiendo pasteles para las películas
cómicas de hace un siglo
]

Y es que esa acción de resbalarse por culpa de la piel de
esa fruta, precisamente, era algo que en los últimos años se había puesto muy
de moda en ciertas partes de los Estados Unidos (y muy concretamente en la
ciudad de Nueva York), convirtiéndose en un lucrativo negocio para centenares
de personas que interponían demandas a empresas o particulares acusándolos de
que habían sufrido un accidente por culpa de haber pisado una cáscara de
plátano depositada en el suelo de un establecimiento o frente a un domicilio.

La banana (tal y
como se conoce en EEUU) había sido importada, en 1866, desde Panamá por el
empresario Carl B. Frank, quien
consiguió que en todas las fruterías de
Nueva York
se empezara a vender esa rica y tropical fruta.

Hasta entonces solo en contadas ocasiones se había podido
ver una banana en suelo norteamericano y la mayoría de veces había sido porque
algún marinero la había llevado (para consumo propio o de su familia) tras
regresar de algún viaje.

Pero el avispado Carl B. Frank logró introducir la esa fruta
en los mercados neoyorquinos. Además de su característico sabor y las saludables
propiedades que se le atribuían a los
plátanos
, estos eran ideales para
poder llevar encima y comer en cualquier lugar, gracias a que se pelaban muy
fácilmente
.

El problema estaba en que por aquel entonces (último cuarto
del siglo XIX y primero del XX) no existía una conciencia y responsabilidad
entre los ciudadanos por mantener las calles limpias y todas esas cáscaras
(junto a otros muchos desperdicios) siempre iban a parar al suelo de la vía
pública. Pero la culpa de ese incivismo no solo era de los ciudadanos sino
también de los legisladores, quienes estaban más ocupados en otros asuntos
(especulativos y más rentables para sus bolsillos) y no les importaba demasiado
que las calles de sus ciudades estuviesen abarrotadas de basura (e incluso de
animales muertos que se descomponían en el asfalto durante varios días).

[Te puede interesar
leer también:
El
ejemplar alcalde que llenó las calles de Madrid de papeleras para mantener
limpia la ciudad
]

Habituales eran los accidentes que se producían cuando algún
transeúnte pisaba algo resbaladizo cuando iba caminando por la calle, haciéndole
caer al suelo y produciéndole alguna importante herida.

Con la popularización de las bananas, infinidad eran las cáscaras que se tiraban al suelo y frecuentes
que los accidentes ocurriesen tras pisar alguna; las cuales al poco tiempo de
ser tiradas no eran demasiado visibles, ya que perdían el intenso color
amarillo para volverse marrones o negras y así pasar desapercibidas entre toda
la basura del asfalto.

Muchos fueron los accidentados que achacaron el resbalón a
un torpe accidente y de ahí no pasaba la cosa, pero de repente empezó a surgir
una costumbre a la que, cada vez más personas, se fueron uniendo: interponer una demanda tras una caída para
recibir una compensación económica
.

Al principio la inmensa mayoría de esas denuncias eran tras
un accidente que verdaderamente había pasado, pero, cuando se comprobó lo sumamente
fácil que era simular una caída y denunciar, de repente empezó a acumularse las
denuncias.

Cada semana docenas de personas presentaban alguna y en el
90 por ciento de los casos la justicia les daba la razón y sacaban un buen
pellizco en forma de compensación económica. Varios eran los bufetes de
abogados neoyorquinos que se anunciaban como idóneos para llevar esos casos y,
en poco tiempo, alrededor de los resbalones
y caídas a causa de las pieles de plátano
se convirtieron en una de las
principales causas de denuncia hacia el consistorio, comercios o casas
particulares (debemos tener en cuenta que, según la ley estadounidense, cada
habitante es responsable de lo que ocurra en el trozo de acera que hay frente a
su casa o edificio).

[Te puede interesar
leer:
Cuando
el caos se apoderó de Nueva York por culpa del estiércol
]

La prensa de la época empezó a interesarse por este
lucrativo negocio e incluso llegaron a hacerse eco algunas historias
protagonizadas por ‘accidentados reincidentes’; como el artículo que se publicó
en The New York Times, el 27 de
noviembre de 1910, en el que explicaban el curioso caso de una mujer llamada Anna H. Sturla y que en poco tiempo
había presentado cinco denuncias diferentes tras haber sufrido accidentes tras
pisar una cáscara de banana: en unas escaleras, en un ferry, en un tren, en una
tienda y bajando de un tranvía.

Por todas ellas la señora Sturla había percibido una
compensación económica. Según se pudo saber, posteriormente, esta mujer llegó a presentar en un periodo de
cuatro años hasta 17 denuncias
, recibiendo por todas ellas 2.950 dólares (una
cantidad enorme para la época).

Pero al igual que Anna H. Sturla otros cientos de ciudadanos
quisieron probar suerte con el lucrativo negocio de resbalarse con una piel de
plátano e interponer una demanda, siendo muchísimos quienes consiguieron su
compensación económica.

Esto hizo plantearse a los responsables de los
correspondientes ayuntamientos el buscar soluciones, una de ellas soltar cerdos
salvajes que se comerían los desperdicios; pero la principal pasó por contratar
cuadrillas de barrenderos para que mantuviesen las calles limpias.

En poco tiempo empezaron a descender el número de denuncias
(hasta quedar en un número casi insignificante), pero el recurso cómico de
resbalarse con una piel de plátano ya se había incorporado en las películas
cómicas.

Según apuntan diferentes fuentes, la primera vez que se
utilizó ese tipo de gag fue en el filme ‘The
Flirt’
, protagonizado por Harold
Lloyd
en 1917 y en el que aparecía el actor pelando un plátano en un
restaurante, tiraba la piel al suelo y el camarero (cargado con una gran
bandeja) lo pisaba, resbalaba y se caía. A partir de ahí, cientos fueron las
películas que utilizaron este visual y efectivo recurso.

Fuentes de consulta e imágenes: atlasobscura
/ mentalfloss
/ sundaymagazine
/ nytimes
/ todayifoundout
/ giphy
/ Library of Congress

[Te puede interesar
leer:
Cuando
el caos se apoderaba de la ciudad de Nueva York cada 1 de mayo
]