Cuando la prensa y policía de EEUU estuvo convencida que Jack el Destripador había cometido un asesinato en Nueva York
Entre 1887 y 1891 aparecieron asesinadas varias mujeres en el londinense barrio de Whitechapel y cuyo autor, que fue bautizado por la prensa con el sobrenombre de ‘Jack el Destripador’, no pudo ser atrapado jamás por la policía. A miles de kilómetros de allí, en el otro lado del océano Atlántico, Thomas F. Byrnes (inspector jefe de la policía de Nueva York)ridiculizaba con sus comentarios a sus colegas de Scotland Yard, por la incapacidad de estos de atrapar al asesino y alardeando ante sus agentes de que de haber ocurrido dichos crímenes en su ciudad habría resuelto el caso en cuestión de horas.
El 24 de abril de 1891 se le presentó la gran oportunidad de demostrar al inspector jefe Thomas F. Byrnes que era capaz de hacerlo, ya que en esa fecha apareció en una habitación de hotel el cuerpo sin vida de una prostituta llamada Carrie Brown, quien había sido estrangulada y presentaba cortes y mutilaciones muy similares a las de las víctimas de Londres.
Rápidamente se especuló que el hecho por el que no se había podido atrapar a Jack el Destripador en Inglaterra era porque éste había viajado hasta EEUU y había cometido aquel asesinato en Nueva York.
De repente toda la presión social, mediática y de las autoridades políticas calló hacía Thomas F. Byrnes, a quien le exigían que resolviese el caso tal y como había estado fanfarroneando. Era cuestión de amor propio, además de seguir manteniendo la buena reputación que tenía en la profesión policial, al haberse convertido en pocos años en uno de los inspectores que más casos había resuelto en el cuerpo de detectives de la ciudad de Nueva York.
Dos días después, tras haber puesto a investigar a sus mejores agentes, Thomas F. Byrnes anunciaba a la prensa que había atrapado al asesino de Carrie Brown. Eso sí, se descartaba totalmente que detrás del sanguinario crimen se encontrara Jack el Destripador(por mucho que los periódicos sensacionalistas de la época lo citaran en sus artículos).
La persona que fue arrestada y acusada de cometer el crimen fue Ameer Ben Ali, un inmigrante de origen argelino y que, casualmente, se hospedaba en el East River Hotel (el mismo en el que ocurrió el asesinato). El inspector jefe Byrnes también presentó una serie de pruebas circunstanciales (entre ellas un supuesto rastro de sangre que iba desde la habitación de la víctima hasta la del presunto asesino), aunque la mayoría de estas no se sostenían. Tampoco se logró ningún testigo que declarase sobre algo que incriminase al presunto asesino.
A pesar de ello, Thomas F. Byrnes, quería colgarse la medalla de un nuevo triunfo en su carrera y puso todo su empeño para que Ameer Ben Ali fuese encontrado culpable por el tribunal que lo juzgaría, siendo condenado por asesinato en segundo grado y sentenciado a cadena perpetua.
Fue una jugada maestra de Byrnes, quien se vanagloriaba del éxito de su investigación, pero en realidad habían detenido y juzgado a una persona inocente y que nada tenía que ver con aquel sanguinario crimen.
La prueba principal en la que se basó la acusación (el rastro de sangre que iba desde la habitación de Carrie Brown hasta la de Ameer Ben Ali) era totalmente falsa y fue algo que se inventó el propio inspector jefe Byrnes ya que no disponía de otras evidencias.
El reportero Jacob A. Riis, que escribía crónicas sobre casos policiales, había visitado la escena del crimen y allí no había rastro alguno de sangre, pero su testimonio no fue utilizado durante el juicio. Tampoco se llamó a declarar a George Damon, un acaudalado hombre de negocios neoyorquino que durante la investigación llevó a la comisaría una camisa ensangrentada que había encontrado en un cajón de su casa de uno de sus trabajadores (cuya descripción física sí que coincidía con la que dieron aquellos que vieron por última vez a Carrie Brown ir acompañada hacia el hotel la noche del crimen), también aportó una llave que abría la habitación de la mujer asesinada. Pero como la persona a la que pertenecía la camisa ya se había dado a la fuga, Thomas F. Byrnes prefirió obviar dicho testimonio y seguir con la acusación contra Ameer Ben Ali (aunque esta fuese totalmente falsa).
Tiempo después se descubrieron algunos casos de corrupción y mala praxis de Byrnes y éste fue destituido de su cargo de inspector jefe de la policía de Nueva York.
Once años después, gracias a una iniciativa popular se reabrió el caso, aportándose todas las pruebas que Byrnes había ocultado, y Ameer Ben Ali fue excarcelado (tras haber pasado once años encerrado, algunos de ellos en una institución mental).
Fuentes de consulta e imagen: law.umich/ smithsonianmag/ jtrforums
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