Se conoce como ‘sigilo sacramental’ a la confesión
realizada a un religioso la cual debe guardarse en secreto y no puede ser
revelada bajo ningún pretexto. Actualmente, en Código de Derecho Canónico, se estipula en el canon 983,1 que […] El
sigilo sacramental es inviolable; por lo cual está terminantemente prohibido al
confesor descubrir al penitente, de palabra o de cualquier otro modo, y por
ningún motivo […], siendo castigado dicha violación sacramental con la
excomunión y posterior expulsión de la comunidad religiosa a la que el confesor
pertenecía.
Esta es una norma que lleva aplicándose hace infinidad de
siglos, pero en la Historia podemos encontrar algunos curiosos casos sobre cómo
se resolvió la revelación del secreto de
confesión.
Uno de ellos nos lleva hasta el siglo XIII, cuando fue el
propio confesor de Jaime I (rey de
Aragón, Mallorca, Valencia, conde de Barcelona y señor de Montpellier) el
dominico Berenguer de Castellbisbal,
quien de forma inesperada para el monarca, reveló al papa Inocencio IV algunas de las confesiones que éste le había hecho
bajo sigilo sacramental.
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Varias son las versiones que los diferentes historiadores
han dado sobre el motivo por el cual Berenguer de Castellbisbal, en aquellos
momentos obispo de Gerona, decidió
traicionar la confianza del rey de quien, hasta entonces, había sido una de las
personas de mayor confianza de éste y que, además, el monarca lo había
designado poco tiempo antes como su albacea testamentario.
La mayoría de expertos señalan que dicha deslealtad por
parte del religioso se produjo por ganarse los favores papales, en un momento
en el que el pontífice Inocencio IV y Jaime I mantenían cierta rivalidad y con
la confesión facilitaba una información valiosísima al papa.
Donde surge más controversia entre los diferentes
historiadores es sobre de qué trataba en concreto el secreto de confesión desvelado,
dando lugar a numerosas hipótesis.
Por una parte hay quien sostiene que la confesión que Jaime
I le realizó a Berenguer de Castellbisbal tenía que ver con el reparto de los
reinos entre sus hijos. Otros opinan que dicho secreto tenía que ver con alguna
confesión de infidelidad conyugal hacia su esposa Violante de Hungría.
Incluso hay quien ha llegado a señalar que la confidencia
realizada por el monarca tenía relación con una promesa de matrimonio que
realizó a, la noble navarra de origen valenciano, Teresa Gil de Vidaure, algo que incumplió para desposarse con la
mencionada Violante de Hungria en 1235.
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Pero esta hipótesis, por muy repetida que esté a través de
publicaciones en las redes sociales, carece de cualquier credibilidad.
Principalmente porque en el año 1235 Teresa Gil de Vidaure hubiese tenido tan
solo cinco años de edad.
El haber ordenado cortar la lengua a Berenguer de
Castellbisbal le costó a Jaime I el enfado y enemistad del papa Inocencio IV,
quien decidió excomulgar al monarca. El rey, de profundas convicciones
religiosas, pidió perdón tanto al pontífice como al obispo de Gerona, por su
afrenta y prometió subsanarlo donando una importante cantidad de dinero para la
construcción de un templo religioso y mantener al obispo de Gerona en su cargo.
Finalmente, en 1245, cuatro años después de los hechos, el papa revocó la
excomunión de Jaime I.
Fuentes de consulta e imagen: Jaime
I y su reinado de Ernest Belenguer Cebrià / valenciabonita
/ Real
Academia de la Historia / revistadehistoria
/ Wikimedia
commons
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