La curiosa anécdota de los soldados que acabaron drogados por culpa de una ensalada silvestre

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Hay una curiosa anécdota, apenas conocida, dentro de uno de
los episodios más famosos de la Historia de los Estados Unidos y que tuvo lugar
en el año 1676 (un siglo antes de estallar la Guerra de Independencia) en el Estado de Virginia, más concretamente
en Jamestown, el primer asentamiento
inglés (permanente) en Norteamérica.

Se trata de la conocida como ‘Rebelión de Bacon’ –acuñada así por su instigador, el
terrateniente Nathaniel Bacon
quien encabezó una revuelta contra el gobierno colonial inglés tras una serie
de conflictos y tensiones por los asentamientos indígenas de la zona.

Dicha rebelión se inició en julio del mencionado año y, en
septiembre, tras dos meses de enfrentamientos en los que los rebeldes (que eran
aproximadamente medio millar) llegaron a quemar la capital.

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El gobierno colonial inglés envió un importante destacamento
de hombres para repeler la insurrección y ponerle fin y ahí es cuando tuvo
lugar la anécdota histórica que ha pasado apenas desapercibida en la mayoría de
libros que tratan sobre el episodio de la rebelión…

Tras varios días de camino dirección a Jamestown el grupo de
soldados ingleses decidió hacer una parada para descansar y reponer fuerzas
comiendo algo.

Debido al largo camino que llevaban recorrido y al voraz
hambre que tenían, se les ocurrió que para acompañar las pocas viandas que
llevaban para comer podrían añadir a sus platos una buena guarnición a base de
ensalada hierbas y flores silvestres que encontraron en una florida pradera,
las cuales hirvieron para hacerlas más comestibles, debido a que algunas
presentaban un fuerte olor que les hacía predecir que serían amargas.

No todos comieron de esas hierbas, pero los que sí lo hicieron
poco tardaron en comenzar a mostrar unos extraños efectos que dichas plantas
habían hecho sobre su organismo.

A unos les dio por cantar, algún otro se quedó embobado
mirando al cielo, hubo quien se quitó la ropa y se puso a bailar e incluso otro
al que le dio un ataque de risa (por poner unos pocos ejemplos).

Evidentemente estaban padeciendo un episodio de alucinaciones
tras haberse intoxicado por ingesta de una de las plantas que allí se
encontraban: el estramonio, unas
vistosas flores de tonos lilas y que contienen una gran cantidad de alcaloides que
provocan delirio alucinatorio a todo aquel que las consume (su ingesta puede llegar
a ser incluso  mortal si se consumen más
de una treintena de estas flores).

Así pues, aquel pelotón de soldados ingleses quedó drogado
por completo por culpa de consumir dicha planta y sus efectos les duraron a lo
largo de once largos días, teniendo que ser confinados con el fin de evitar que
acabasen autolesionándose, aunque en ningún momento presentaron signos de violencia,
pero la conducta de éstos hizo tomar dicha decisión a sus superiores.

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Pasado aquellos once días los efectos alucinógenos
desaparecieron de los soldados que no recordaban absolutamente nada de lo que
habían hecho o dicho durante todo aquel tiempo. Una vez recuperados retomaron
la marcha hacia Jamestown con el propósito de poner fin a la rebelión iniciada
por Nathaniel Bacon.

Debido a esta curiosa anécdota, que fue recogida en el libro
Historia y presente del Estado de Virginia’
de Robert Beverly,
el estramonio (cuyo nombre científico es ‘Datura stramonium’) pasó a ser
popularmente conocido en Estados Unidos con el apelativo de ‘Jamestown Weed’ (Hierba de Jamestown)
o ‘Jimsonweed’.

El relato de Bervely es el siguiente:

[…]“La yerba de
Jamestown (que se parece a la Manzana Espinosa del Perú, y yo creo que se trata
de esta planta), se supone que es uno de los más grandes refrigeradores de
nuestro mundo. Es una planta antigua que fue recogida para hacer ensalada por
uno de los soldados que se enviaron a pacificar las revueltas de Bacon. Algunos
soldados la comieron en grandes cantidades. Su efecto fue una comedia muy
agradable, pues todos se volvieron tontos naturales durante varios días. Uno
soplaba una pluma al aire, otro lanzaba dardos de paja a la pluma con gran
furia, y otro, completamente desnudo, estaba sentado en una esquina, como un
mono, riendo y haciendo muecas a sus compañeros. Un cuarto cariñosamente besaba
y manoteaba a sus compañeros, y se burlaba de sus caras, con un rostro más
extravagante que cualquier bufón holandés.

En esa condición
frenética fueron confinados a fin de que en su locura no se lastimasen a sí
mismos, aunque se observó que todas sus acciones estaban llenas de inocencia y
buen ánimo. En realidad no se hallaban muy limpios, ya que se habrían revolcado
en sus propios excrementos si esto no se hubiera evitado. Llevaban a cabo miles
de estos simples trucos, y después de once días volvieron en sí y no recordaban
nada de lo que había sucedido.”[…]

Fuentes de consulta: docsouth / esepuntoazulpalido