El exempleado que incendió el circo del que había sido despedido provocando más de 500 muertes

El 15 de diciembre de 1961 se estrenaba el espectáculo del ‘Gran Circus Norte-Americano’ recién instalado en el centro de la ciudad de Niterói (en la región metropolitana de Río de Janeiro, Brasil). Hacía una semana que el circo había llegado a aquella población y se había estado trabajando en el costoso montaje del mismo, el cual podía albergar tres mil espectadores en sus gradas y para aquella ocasión estrenaba una nueva carpa que pesaba seis toneladas.

La carpa había sido encargada y traída directamente desde la India y según sus fabricantes estaba realizada de nylon, aunque posteriormente se descubrió que su confección había sido de algodón, a la que se le había añadido una buena capa de parafina, lo cual lo convertía en un material altamente inflamable (algo que fue determinante a la hora de producirse la tragedia que unos párrafos más adelante explico con detalle).

El día del estreno del espectáculo de la compañía circense calificada como una de las más grandes y completas de toda América Latina (contaba con 60 artistas, 20 empleados y 150 animales) centenares de personas tuvieron que volverse a sus hogares sin poder entrar, debido a la gran afluencia de espectadores que agotaron rápidamente las tres mil localidades puestas a la venta.

Para el montaje de las gradas y la carpa, el propietario del circo (Danilo Stevanovich) tuvo que contratar durante la semana previa al estreno a numerosos trabajadores ajenos al circo (personas desempleadas que residían en Niterói). Uno de ellos fue Adílson Marcelino Alves (apodado como ‘Dequinha’), un conflictivo individuo que se encontraba desempleado y que desde el primer momento tuvo un comportamiento extraño.

Debido a su bajo rendimiento se le tuvo que llamar numerosas veces la atención, provocando que el gerente acabara despidiéndolo dos días después de ser contratado, algo que no le sentó demasiado bien y amenazó con vengarse.

El mismo día del estreno del espectáculo, Adílson estuvo merodeando por los aledaños del circo e intentó colarse, pero fue interceptado por uno de los trabajadores que lo expulsó de allí. Al día siguiente ocurrió exactamente lo mismo y el tercer día de funciones (el 17 de diciembre) decidió ir acompañado por dos amigos (Walter Rosa y José dos Santos), quienes previamente habían comprado una garrafa de gasolina.

A las 15:45 de la tarde, cuando quedaba poco más de un cuarto de hora para que finalizara el espectáculo y con las tres mil localidades de las gradas completas, Adílson y sus compinches prendieron fuego en uno de los laterales de la gran carpa, provocando un incendio que en poquísimo tiempo envolvió en llamas todo el circo.

El público que allí se encontraba empezó a huir despavorido de aquel lugar y un gran número de niños fallecieron al ser pisoteados por los adultos que intentaban escapar de las llamas.

Según se relató en varios artículos de prensa de la época, dos fueron los momentos claves que hicieron que aquel incendio no se convirtiera en una tragedia mayor de lo que ya fue (está considerado como el peor incendio ocurrido en la historia de Brasil), por un lado un joven boy scout que se encontraba entre el público tuvo la idea de utilizar una navaja que llevaba encima para rajar parte de la lona y crear un boquete por el que pudo salir bastantes personas. Pero otro momento decisivo fue cuando uno de los elefantes, que se encontraba encadenado en el exterior del circo, en una de las estacas que clavaban la carpa en el suelo, la arrancó con su para huir y abrió un gran boquete en la lona por el que también pudo escapar numerosísimos espectadores.

El saldo final de aquella tragedia fue de 503 fallecidos y más de un millar de heridos (800 de ellos con graves secuelas de por vida, quemaduras en gran parte de sus cuerpos y/o amputaciones).

De aquel número de fallecidos, 372 murieron al instante y el resto en las siguientes horas o días. Cabe destacar que cerca del 70 por ciento eran niños.

Aquel incendio se convirtió en una tragedia nacional y era tal elevado el número de cadáveres, para ser enterrados, que se tuvo que habilitar el campo de fútbol para albergar los ataúdes. Otro problema fue que no había espacio suficiente en el cementerio local, por lo que se tuvo que construir uno nuevo en otro terreno. Según consta, la nueva necrópolis fue totalmente financiada por Jorge Savalla Gomes, uno de los más célebres payasos brasileños (conocido artísticamente como Carequinha).

Fuente de la imagen: portaldosatores

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