Cuando una de las distracciones favoritas era ver luchar elefantes contra toros

Compleja es la forma que tiene el ser humano de entretenerse y de buscar distracción en cosas que quizás, en muchas ocasiones, rozan lo deplorable.

A lo largo de la Historia los anfiteatros y circos se han llenado de público ávido de ver un
espectáculo que hoy en día calificamos como cruel e inhumano
pero que nuestros
antepasados disfrutaban sin tener sentido alguno de si lo que estaba ocurriendo
en la arena o pista era deplorable.

Acudir a ver un espectáculo en el que un gladiador se enfrentaba
a animales salvajes y ver como los descuartizaba allí mismo o los martirios que
se sometía públicamente a los cristianos que eran apresados en la Antigua Roma
e incluso numerosísimos fueron los casos en los que uno de los espectáculos
favoritos a los que acudir era el ir a presenciar una ejecución pública…

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Pero a veces esos sucesos nos parecen que están muy lejos de
nosotros en el tiempo y la distancia y no somos conscientes de que hace poco
más de un siglo y por prácticamente toda la Península Ibérica tenían lugar
espectáculos que hoy señalaríamos de
bochornosos y que estarían terminantemente prohibidos
, pero que por aquel
entonces llenaban hasta la bandera los lugares en los que se celebraban.

Entre los muchos casos de espectáculos deplorables a los que
el público acudía a distraerse estaba el de la lucha entre un elefante y un
toro que se celebró en varias ocasiones en múltiples plazas de toros u otros
recintos.

El protagonista del espectáculo era un elefante indio
llamado Pizarro (en algunas fuentes
aparece como Pizarrín) el cual llegó
a España tras un periplo por el continente americano en el que era exhibido junto
a otro paquidermo bautizado como Cortés (ambos llevaban nombres de
conquistadores españoles).

A su llegada a España hubo un avispado empresario de
espectáculos que quiso aprovechar la fuerza y tamaño del animal y montar con el
mismo un show ambulante con el que llevar un espectáculo de lucha entre Pizarro
y un toro.

Esta fórmula de enfrentar elefantes a otros animales (como
tigres) ya se había probado con anterioridad y siempre se habían llenado las
localidades, así que esta nueva fórmula de lucha entre el que se consideraba
como el animal patrio español (el toro) y la mole que suponía el elefante, por
su fuerza y tamaño, sería todo un éxito.

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Pero
no siempre la lucha entre los animales cumplía las expectativas, dándose en más
de una ocasión que tanto el elefante como el toro, una vez en el centro de la
plaza, se ignoraban entre si y no luchaban.

Durante la segunda mitad del siglo XIX muchas fueron las
poblaciones que albergaron uno de estos espectáculos, en los que se explotó al
máximo al paquidermo hasta tal punto que en una de las funciones, celebrada en
Valladolid,  se le partió uno de los
colmillos al clavarlo en la arena.

En 1863 Pizarro fue donado al Ayuntamiento de Madrid que
decidió acogerlo en la Casa de Fieras
del Parque del Buen Retiro
(como era conocido por aquel entonces el
zoológico), pero allí no solo estuvo como un anima de exhibición sino que
siguió siendo utilizado para hacerlo actuar en esporádicos espectáculos en los
que seguían enfrentándolo a algunos toros.

Como anécdota figura que en cierta ocasión el elefante
Pizarro logró escaparse de la Casa de fieras y se paseó por la madrileña calle
de Alcalá, llegando a introducirse en una tahona (modo común en el que se
llamaba en aquella época a las panaderías).

Según recogen algunas fuentes, Pizarro falleció en 1873 pero
no se sabe a ciencia cierta qué ocurrió con sus restos, señalando unos que se
encuentra en el Gabinete de Historia Natural (Museo de Ciencias Naturales de
Madrid) y otros indican que en el interior del estanque del Retiro.

Fuentes de consulta e imágenes: urbancidades
/ secretosdemadrid
/ hemeroteca.abc
/ madripedia

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