Cuando Thomas Day realizó un cruel experimento con dos huérfanas para conseguir la esposa perfecta

A pesar de poseer una importante fortuna, Thomas Day no tuvo suerte con las jóvenes
mujeres a las que conoció y por las que se interesó durante su adolescencia. Esto
se debía a que su rostro no era del todo agraciado (tras haber padecido de niño
la viruela que le había dejado la cara completamente marcada) y al carácter algo
especial que tenía, por el que en algunas ocasiones tenía airados ataques de ira.

Quedó huérfano desde muy temprana edad y el formar una
familia se había convertido para él en una auténtica obsesión, motivo por el
que varias fueron las muchachas a las que pidió en matrimonio, siendo rechazado
en toda las ocasiones.

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Thomas tenía una estrecha amistad con Richard Lovell Edgeworth, un peculiar personaje con el compartía un
buen número de aficiones, gustos e intereses, pero sobre todo una visión muy
determinada de cómo debía ser la educación, las relaciones y el matrimonio
(influenciados ambos por la polémica obra literaria de Jean-Jacques RousseauEmilio, o De la educación’, un
tratado filosófico sobre la naturaleza del ser humano).

Los dos amigos llegaron a la conclusión de que los valores
de la sociedad estaban corrompidos y que se estaba educando de una manera
equivocada a las nuevas generaciones. Por tal motivo, y ante la obsesiva
necesidad de Thomas Day (quien entonces contaba con 21 años de edad) por
encontrar una joven con la que contraer matrimonio, ambos idearon un plan que
creían que sería perfecto: moldear y educar a una mujer, desde temprana edad, para
convertirla en la ‘esposa perfecta’.

Para tal propósito contaron con la inestimable ayuda de un
amigo en común (John Bicknell, con el
que Thomas había acudido desde pequeño a la escuela) quien, en 1769, se
encargaría de buscar en varios orfanatos de Inglaterra a un par de muchachas y
llevarlas hasta Aviñón (Francia) donde serían educadas bajo unas pautas muy
concretas. Las elegidas se llamaban Sabrina
y Lucrecia, de 12 y 11 años de edad
respectivamente.

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Transcurrido un año John Bicknell regresó a Inglaterra y
recomendó a su amigo Thomas el descartar a Lucrecia debido a que ésta se había portado
de un modo díscolo, no dejándose ‘moldear’ para ser educada y convertirse en la
esposa ideal.

Sin embargo Sabrina se había comportado y parecía ser la
candidata perfecta para contraer matrimonio con Thomas Day (quien tenía nueve
años más que ella). Tras aquel periodo en Francia, el siguiente paso para la
muchacha era comprobar su resistencia a las tentaciones, obediencia a todo lo
que se le mandaba y exigía y, sobre todo, comprobar si era capaz de aguantar
sin rechistar a ciertos maltratos.

Durante los siguientes tres años Thomas Day realizó una
serie de crueles experimentos con los que comprobar si Sabrina sería su
perfecta esposa: la hizo meterse vestida en el agua y que secase sus ropas
puestas al sol, le echó cera ardiendo en los brazos e incluso lacre caliente,
sin que la muchacha chillara o se quejara.

Finalmente el último paso fue integrarla en la sociedad británica,
por lo que en 1773 fue enviada a vivir interna, durante una temporada, a la
casa de una familia en la que realizaría tareas de aprendiz de modista.

Day vio en Sabrina todas las virtudes de una buena esposa:
sumisión y servidumbre, pero en realidad se trataba de miedo el que sentía la
joven por él. En cierta ocasión, tras verla hablar con dos personas
desconocidas, Thomas entró en uno de sus famosos ataques de ira y decidió
anular los planes de boda, haciendo que se la llevaran lejos de donde él
residía.

John Bicknell se la llevó fuera de Londres y la puso a
trabajar como dama de compañía de una anciana. Pero el haber pasado tanto
tiempo juntos, entre Sabrina y John se había creado un vínculo emocional que
llevó a que éste, en 1783 (cuando la joven ya contaba con 26 años de edad) a proponerle
matrimonio.  Se casaron ese mismo año y
de su unión nacieron dos hijos. Bicknell falleció en 1787.

Por su parte, Thomas Day, aunque falló en su experimento por
crear la esposa perfecta y sumisa, finalmente conoció a una joven millonaria
llamada Esther
Milnes
con quien se
casó en 1778 y con la que se retiró a vivir a una hacienda en la que tuvieron
varios esclavos trabajando para ellos y donde el propio Thomas, además de
escribir varios libros, tomó profunda conciencia hacia estos, convirtiéndose en
un incansable activista por la causa
abolicionista en Inglaterra
.

Fuente de la imagen: Libro ‘Emilio, o
De la educación’ de Jean-Jacques Rousseau en archive.org

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