Cuando Salvador Allende se retó en un duelo con su contrincante político

Sobradamente conocida es la
forma en la que siglos atrás tenían algunas personas en resolver sus problemas
personales con otros individuos, ya fuese debido a alguna ofensa, engaño e
incluso malentendido entre ambos. Ese método
de solucionar conflictos eran los duelos
, los cuales consistían en retarse (que podía ser a muerte, a
primera sangre –en cuanto había un herido se daba por terminado- o tras haber
efectuado los correspondientes disparos) y para ello existía una serie de normas y protocolos que
solían cumplirse escrupulosamente.

Se escogía lugar y hora donde batirse en duelo, las armas (que podían
ir desde una espada –florete- a distintos tipos de pistolas) y se debía de
contar con padrinos, también llamados ‘testigos de fe’.

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Durante varios siglos fue una práctica
muy común en numerosos países europeos y del continente americano, aunque también
cabe destacar que muchos fueron los lugares en los que estaba prohibida esta
forma de arreglar los asuntos personales y aquellos que lo realizaban solían
ser perseguidos por la justicia.

A pesar de que dé la sensación
que el retarse en duelo es algo que dejó de realizarse hace más de un siglo,
cabe destacar que podemos encontrar que no es así y que en pleno siglo XX todavía
se llevaba a cabo.

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Uno de los más curiosos y
famosos duelos tuvo lugar en Santiago de
Chile
a primera hora de la mañana del 6 de agosto de 1952 y sus
contendientes fueron los senadores Raúl
Rettig
, representante del Partido Radical,
y Salvador Allende, del
Partido Socialista y futuro presidente del país.

Una acalorada discusión en el
hemiciclo chileno por parte de ambos los llevó a citarse en el exterior para
zanjar el asunto y hacerlo a la vieja usanza: batiéndose en duelo.

Se desplazaron hasta una
parcela privada, propiedad de Raúl Jaras, copropietario del diario chileno La
Tercera, quien al mismo tiempo hizo de testigo. Se escogieron las armas
(pistolas) y ambos contendientes se colocaron en posición de disparar.

El primero en apretar el
gatillo fue Rettig, quien erró el disparo pero creyó que había herido de muerte
a Allende ya que éste tropezó por culpa del suelo enfangado en el momento justo
de disparar, errando también en la trayectoria del proyectil.

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Ambos salieron ilesos de aquel
absurdo duelo y, aunque continuaron siendo rivales políticos, dos décadas
después, cuando Salvador Allende fue proclamado Presidente de la República de
Chile le ofreció a Raúl Rettig el puesto de Embajador en Brasil. Cargos que
desempeñaron ambos hasta que se produjo el golpe de Estado, el 11 de septiembre
de 1973, y que dio inicio a la dictadura del general Augusto Pinochet.

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