Cuando el rey Alfonso XIII sufrió un atentado el mismo día que contrajo matrimonio

El 31 de mayo de 1906 Madrid se había engalanado para acoger
el primer gran acto social que tendría lugar en la capital de España desde
hacía un cuarto de siglo: la ceremonia
matrimonial del rey Alfonso XIII con Victoria Eugenia de Battenberg
en la
basílica de San Jerónimo.

El cortejo nupcial, después de la ceremonia religiosa, se
desplazaría hasta el Palacio Real recorriendo varias calles de la ciudad,
estando éstas abarrotadas por un gran número de personas que deseaban vitorear
y saludar a los contrayentes y desde los balcones otros tantos ciudadanos
también les lanzaban flores.

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Alfonso XIII y su esposa iban en fastuoso carruaje tirado
por caballos blancos y en el momento en el que la comitiva pasaba frente al número
88 de la calle Mayor, uno de los espectadores, que estaba asomado en el balcón
del tercer piso (perteneciente a una pensión) lanzó hacia los recién casados un
ostentoso ramos de flores, con tal mal puntería de que estas chocaron sobre
unos cables del tranvía, desviando la trayectoria y cayendo a uno de los lados
de la comitiva, donde se encontraban los espectadores.

Tal y como impactó en el suelo se detonó la explosión de una bomba que iba oculta en el ramo,
causando el caos y el desconcierto entre los presentes y ocasionando la muerte
en el acto de 23 personas (que posteriormente aumentaría el número) y más de un
centenar de heridos. Alfonso XIII y su esposa resultaron ilesos.

El autor del atentado huyó rápidamente del lugar, siendo visto
por una multitud de personas que pudieron describirlo a las autoridades. Se
trataba de Mateo Morral, un joven
anarquista catalán que había llegado a Madrid unos días antes y que, debido a
su temperamento, había dejado un desagradable recuerdo a buen número de
personas con las que se cruzó y/o discutió de política a lo largo de los días
previos al atentado, en los que se movió
por la capital y acudió a varias tertulias.

Al día siguiente del intento
de regicidio
los periódicos informaban de lo acontecido y el diario ABC se convertía en el que mejor
cobertura pudo dar al frustrado asesinato debido a que numerosas eran las
personas que se habían colocado a lo largo del recorrido de la comitiva real con
la intención de tomar fotografías de tal magno acontecimiento ya que aquellas
que posteriormente fuesen publicadas en el rotativo serían generosamente gratificadas.

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Muy cerca del lugar del atentado se encontraba un joven
estudiante de medicina llamado Eugenio
Mesoneros
(nieto del insigne escritor Ramón de Mesoneros) quien tomó una
fotografía tan solo unos segundos después de producirse la explosión y pudiendo
captar el momento de caos que se produjo, con caballos desbocándose, transeúntes
corriendo, humo… Dicha fotografía fue la que sirvió para ilustrar la noticia
informando del intento de regicidio que publicó al día siguiente el diario ABC.

Mateo Morral, tras huir de allí, logró esconderse en casa de
otros activistas anarquistas y dos días después se desplazó hacia Torrejón de
Ardóz, con intención de coger un tren de vuelta a Barcelona. Paró a comer algo
en una casa de comidas de las afueras (establecimiento hostelero conocido como
ventorrillo) y allí fue reconocido como autor del atentado, debido a que su
descripción había aparecido en todos los periódicos.

Tras ser detenido por la guardia civil, mientras se dirigía
al cuartelillo, intentó asesinar al agente que lo custodiaba y acto seguido se
suicidó pegándose un tiro. Al menos esta fue la versión oficial de los hechos, aunque
la mayoría de expertos aseguran que tal y como presentaba la herida de bala,
Mateo Morral no podía haberse pegado el mismo el tiro sino que el disparo
provenía de mayor distancia.

El caso de la muerte
del terrorista dejó muchas incógnitas sin responder
, lo que ha dado pie a
que se haya especulado mucho a lo largo del último siglo, sirviendo como
argumento para numerosas novelas, películas y otro tipo de historias de
ficción.

Fuente de la imagen: Hemeroteca
ABC vía Wikimedia commons

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