¿Cómo estaba catalogada la prostitución en la Antigua Roma?

El Imperio Romano
fue uno de los periodos donde la
prostitución gozó de mayor reputación y respaldo por parte de las autoridades y
ciudadanía
. Para ello era necesario registrarse en un censo y tras pagar un
tributo llamado ‘vectigale’
(impuesto que gravaba diferentes actividades empresariales) se les concedía el
permiso para ejercer el oficio y que era conocido como ‘Licentia Stupri’.

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Esto llevó a una curiosa legislación y ordenación de las
diferentes clases de prostitutas que se clasificaban del siguiente modo:

Empezamos con las `prostibulae’
que eran aquellas prostitutas que no se registraban previamente ni habían pagado
el mencionado impuesto, por lo que ejercían la prostitución en callejones y
lugares inhóspitos fuera del control de las autoridades.

Pero para lugares extraños donde prostituirse era donde lo
ejercían las ‘bustuariae’ quienes
practicaban sexo a cambio de unas monedas en sitios tan tétricos como los
cementerios e incluso en los alrededores de un lugar donde tuviese lugar algún
funeral. Y es que no les faltaban los clientes a estas peculiares prostitutas,
debido a que existía una extraña superstición que indicaba que un infalible
remedio para ahuyentar a la muerte (presente en cementerios y funerales) era
practicando sexo con alguien que simulara haber fallecido.

Las ‘forariae’
eran aquellas que tenían como clientes a comerciantes y viajeros, ya que su
lugar de trabajo solía estar cercano a los caminos colindantes a las grandes
urbes.

También estaban las ‘fornicatrices’
quienes lo ejercían bajo los arcos de los edificios o puentes.

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Las prostitutas que no eran callejeras ejercían en un
prostíbulo al que acudían todo tipo de clientes y que era conocido como lupanar (eran llamadas ‘lupae’), en antros o tabernas (caupona) donde realizaban un servicio
rápido con aquellos clientes que habían acudido a echar un trago (las ‘copae’) o en casas particulares y
prostíbulos de lujo, donde trabajaban las llamadas ‘delicatae’ (prostitutas de lujo que solían tener clientes de alto
standing como senadores o cónsules) y las ‘famosae’,
mujeres cuya posición social era alta y que no ejercían la prostitución para
ganarse la vida, sino por el puro placer sexual.

Una de las más célebres famosae fue Valeria Mesalina, tercera esposa de Tiberio Claudio, uno de los emperadores más famosos del Imperio
Romano.

Según consta en los escritos, Mesalina dio rienda suelta a
su ninfomanía prostituyéndose y manteniendo relaciones sexuales con infinidad
de hombres de cualquier estatus social de su época: cónsules, gladiadores, soldados,
miembros de la nobleza…

Falleció en el año 48 d.C. a los 23 años de edad, pero tras
de sí (tal y como relataron los cronistas de su época) dejó un reguero de
infidelidades y una vida  llena de
promiscuidades. Por tal motivo su nombre (Mesalina)
ha quedado como sinónimo de ‘mujer lujuriosa o licenciosa’, tal y como recogen
algunos diccionarios.

Fuente de la imagen: Wikimedia
commons

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