Durante la primera mitad del siglo XIX, cuando el movimiento
feminista todavía no estaba organizado, vivió Manuela Sáenz Aizpuru, una mujer a la que la Historia injustamente ignoró a lo largo de un siglo y medio, y
que destacó por haber participado activamente en la liberación de Sudamérica del dominio colonialista español.
Hoy en día ya se conocen numerosos detalles sobre la vida y
obra de la que fuera bautizada como la ‘Libertadora
del Libertador’, un mote que le fue asignado por Simón Bolívar tras convertirse en amantes, pero sobre todo tras
salvar la vida del héroe que fue decisivo para emancipación de Hispanoamérica.
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Pero muchos de los logros conseguidos por el ‘libertador’ no se habrían podido
llevar a cabo si no hubiese contado con la inestimable colaboración de Manuela
Sáenz Aizpuru, pero como otras muchísimas mujeres que han hecho grandes cosas a
lo largo de la Historia, fue ninguneada y despreciada por las siguientes
generaciones que no supieron de sus grandes gestas y heroica vida.
Manuela nació en Quito en 1795, siendo fruto de una relación
extramatrimonial de su padre Simón Sáenz de
Vergara (un hidalgo español al servicio del Virreinato) con una criolla
que trabajaba como sirvienta. El fallecimiento de la madre, poco después de
nacer la niña, hizo que el progenitor le procurase un adecuado lugar donde
residir la niña, poniéndola bajo la tutela de las monjas del Real Monasterio de
la Limpia e Inmaculada Concepción, aunque a lo largo de los siguientes
años muchas fueron las ocasiones en las que llevó a la pequeña a su propia
casa, donde fue recibida y tratada la esposa como una más de sus hijos.
Recibió unos adecuados
cuidados y una exquisita educación (aprendiendo entre otras cosas a hablar en
un fluido inglés y francés). Pero al igual que la infancia de Manuela vino a
ser bastante plácida, cuando llegó a la adolescencia su carácter cambió y la candidez
de su niñez mutó en una jovencita contestataria, en contra de lo establecido y
con ansias de libertad.
Esto es lo que provocó que a
los 17 años de edad decidiera escapar del convento donde residía con el fin de
disfrutar de una vida en libertad y sin ataduras (algunas fuentes indican que
su fuga se debió a un repentino enamoramiento de un amor no correspondido).
Y fue en sus años de
juventud cuando se involucró con los movimientos libertadores, convirtiéndose en
una gran defensora de la independencia y conociendo a los grandes protagonistas
de ese trascendental momento histórico de Sudamérica: José de San Martín, Antonio José de Sucre o Simón Bolívar.
Precisamente con éste último
iniciaría en 1822, cuando Manuela acababa de cumplir los 27 años de edad, una
apasionada relación sentimental, convirtiéndose en una de las parejas de
amantes más famosas de su época. Cabe destacar que por aquel entonces Manuela
estaba casada con el médico inglés James Thorne y Simón llevaba dos décadas
viudo (era 12 años mayor que su amante).
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Juntos hicieron un gran tándem,
no solo como pareja sentimental, sino como compañeros de lucha, pero uno de los
hechos más destacables de la relación fue cuando Manuela se dio cuenta,
mientras se encontraban en Bogotá, de que se había organizado un complot para atentar contra la vida de
Simón Bolivar.
Fue en la medianoche del 25
de septiembre de 1828, ambos se encontraban en el Palacio de San Carlos, de la hoy capital de Colombia, y Manuela,
gracias a su pericia e intuición, se había enterado de los planes del militar Francisco de Paula Santander quien
encabezaba una conjura para acabar con la vida del revolucionario y líder
libertador.
Manuela logró entretener a
quienes pretendían asesinar a su amante, mientras que dio instrucciones a éste
para que escapara por una ventana del palacio, logrando, de este modo, salvarle
la vida.
Fue entonces cuando el
propio Simón Bolivar acuñó el sobrenombre de ‘la libertadora del libertador’
por el que fue conocida Manuela Sáenz Aizpuru durante el resto de sus
días.
La relación, como amantes, de Manuela y Simón, tan solo duró
un par de años más, hasta el fallecimiento del libertador el 17 de diciembre de 1830 a los 47 años de
edad a causa de un deterioro de su salud que acabó en un fallo multiorgánico (aunque
a lo largo de muchos años se dijo que la causa fue una tuberculosis).
Tras la muerte de Bolivar la
vida de Manuela pasó a un segundo plano, quedando totalmente olvidada y siendo
ninguneada e injustamente ignorada en todas las crónicas y libros de Historia
que se publicaron posteriormente (y a lo largo de un siglo y medio) sobre los decisivos
años de la lucha y emancipación de gran parte de Sudamérica del imperialismo
español.
Afortunadamente, desde hace
unas décadas, se recuperó la figura de Manuela Sáenz Aizpuru (la
Libertadora del Libertador) rindiéndole homenajes y devolviéndole el lugar que
le corresponde en la Historia. Ha sido
considerada como una de las pioneras del feminismo en el continente americano.
Manuela falleció a los 60 años de edad (1856) en el olvido
total de sus compatriotas y coetáneos, siendo enterrada en una fosa común (la
causa de la muerte fue la difteria).
Fuente de la imagen: Wikimedia
commons
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