La niña que se convirtió en un icono en Japón una década después de la bomba atómica sobre Hiroshima

El 6 de agosto de 1945, el avión B-29 ‘Enola Gay’, de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos, lanzó sobre Hiroshima una bomba nuclearbautizada como ‘Little Boy’, causando más de cien mil fallecidos y un número incalculable de heridos y afectados.

Sadako Sasaki, una pequeña niña de tan solo dos años y medio de edad, fue testigo directo de la explosión y posterior lluvia radioactiva y aunque salvo su vida en aquel momento, no sería hasta una década más tarde cuando las terribles consecuencias afectarían gravemente su vida.

A inicios de 1955, recién cumplidos los doce años, Sadako empezó a encontrarse mal, saliéndole un bulto en el cuello y siendo diagnosticada de leucemia. Pasó los siguientes meses ingresada en un hospital (hasta que falleció el 25 de octubre de 1955), pero aquel tiempo sirvió para convertirla en uno de los iconos de la cultura japonesa más conocidos internacionalmente, hasta tal punto que en Hiroshima llego a ser levantado un monumento en su honor que anualmente es visitado por cientos de miles de personas, además de haber recibido innumerables homenajes a lo largo y ancho de todo el planeta.

Y todo surgió a partir de su ingreso en el hospital de la Cruz Roja de Hiroshima cuando otra niña, que le había tocado como compañera de habitación, le explicó a Sadako Sasaki una antiquísima leyenda tradicional japonesa del ‘Senba-tsurú’ (o ‘las mil grullas de origami’, como es comúnmente conocida).

Dicha leyenda cuenta que aquella persona que logre hacer un millar de grullas de origami (papiroflexia) podrá pedir un deseo y éste se le concederá.

Sadako, deseosa de recuperarse de su enfermedad (la pobre niña no sabía que los doctores habían confirmado que era mortal y que le quedaban pocos meses de vida), pidió a sus familiares y amigos que la visitaban en el hospital que le llevasen hojas de papel para poder realizar las grullas y que, así, su deseo se viera cumplido.

Por aquel entonces, el papel era un bien escaso, y tenía que conformarse con retales de periódicos, papeles ya usados e incluso con los prospectos de los medicamentos que le suministraban. Sus compañeros de colegio realizaron una campaña para obtener hojas de papel y a lo largo de los siguientes meses Sadako los pasó haciendo uno por uno todas aquellas grullas.

El 25 de octubre de 1955 fallecía Sadako Sasaki, pero ya se había convertido en toda una celebridad en Hiroshima, ante su esperanzadora forma de ser, ya que incluso cuando estuvo más enferma seguía teniendo fuerzas y ánimos para hacer las grullas.

No se sabe con certeza cuántas grullas de origami llegó a realizar, existiendo un baile de cifras según la fuente que se consulte. En unas indican que, en el momento de fallecer, le faltaba tan solo una; en otras indican que justo llegó al millar en el momento del fatal desenlace; algún artículo señala que murió mientras realizaba la que hacía la 1001 y hay quien explica que se pasó en varios centenares las mil.

Sea cual fuere la cantidad de grullas de origami que Sadako Sasaki hiciera, lo que sí se sabe es que se convirtió en todo un icono popular en Hiroshima y en todo Japón, cruzando fronteras su historia y llegando a construirse, en 1958, un monumento en su honor en el Parque de la Paz de Hiroshima, epicentro de la caída y explosión de la bomba atómica y lugar dedicado a la memoria de todas las víctimas de aquel fatídico 6 de agosto de 1945.

El monumento a las mil grullas de origami de Sadako Sasaki se ha convertido en uno de los más visitados y venerados. Hasta allí se acercan miles de personas cada año para conmemorar tal efeméride, depositando tiras de grullas (hace unos años fui uno de los visitantes y puedo asegurar que es realmente conmovedor).

Fuentes de la imagen: Wikimedia commons

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