Hacia finales del siglo II d.C., cuando el Imperio Romano fue más conocido por las
continuas luchas de poder entre clanes familiares que aspiraban a gobernar y el
poco tiempo que duraban los diferentes emperadores que iban ocupando el trono,
hizo acto de presencia una mujer totalmente desconocida para los ambientes
romanos: Julia Domna, quien en cuestión
de pocos años se convirtió en una de las más poderosas, influyentes y
ambiciosas del imperio.
Y es precisamente el personaje de Julia Domna en quien se
centra el libro ‘Yo, Julia’ de Santiago Posteguillo y que se ha
alzado con el prestigioso Premio Planeta
de novela 2018, que se concedió la noche del pasado 15 de octubre.
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Todavía sin conocerse la trama de la novela de Posteguillo
(hasta que no sea publicado el libro en las próximas semanas) quiero aprovechar
para escribir en este blog ‘Cuaderno de Historias’
sobre algunas curiosidades y aspectos de la vida de Julia Domna.
Julia fue una joven de origen sirio, proveniente de una
influyente familia, cuya dinastía descendía de los ‘Samsigeramidas’ (familia de sacerdotes-reyes que gobernaron Emesa del 69 a.C. hasta después el 100
d.C.), a la que, siendo una adolescente,
el oráculo le vaticinó que conseguiría grandes cosas, entre ellas que se
casaría con un hombre de gran carácter que llegaría a ser emperador.
Esa predicción marcó totalmente su destino, proponiéndose
desde entonces en encontrar el candidato ideal con quien contraer matrimonio y
a quien ayudaría a llegar a ocupar el cargo más deseado del imperio.
Lo encontró en un viudo (24 años mayor que ella) dedicado a
la política llamado Lucio Septimio
Severo, quien era descendiente de una mujer italiana y un norteafricano
cartaginés.
Tras contraer matrimonio en el año 187 (ella con 17 y él con
41) la carrera política de Septimio Severo fue vertiginosa. Hasta aquel momento
no le había ido nada mal, pues había sido cónsul
e incluso tribuno de la plebe.
Según relatan algunas crónicas, parece ser que fue el propio Septimo Severo quien fue a la
búsqueda de Julia Domna, pues había
llegado hasta sus oídos que a una joven siria el oráculo le había vaticinado
que se casaría con un hombre que llegaría a ser rey. Él quería ser ese hombre y
por tal motivo dio con ella y la pidió en matrimonio.
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Una de las características de esta pareja es que a lo largo
de los años en los que estuvieron juntos (Septimo falleció en el 211) estuvieron
fuertemente enamorados (algo poco común en las relaciones y matrimonios de
aquella época).
Julia era una mujer
ilustrada. Leía cuanto caía en sus manos y se interesaba por la política,
la filosofía y todo aquello que tenía incidencia alguna en la vida del imperio.
Pero en el propósito de Julia Domna, en que su esposo
alcanzase el trono de emperador, no estaba sola, contaba con la inestimable
ayuda de su hermana Julia Mesa (de
quien ya escribí tiempo atrás otro post, al ser ésta la abuela de Heliogábalo,
el adolescente y promiscuo emperador romano que llegó a prostituirse).
Ambas hermanas hicieron y deshicieron a su antojo para
conseguir que Lucio Septimio Severo llegara a emperador, algo que consiguió en
el año 193 (tan solo seis desde que contrajeron matrimonio).
En los últimos dos años, antes de alzarse como emperador,
las luchas e intrigas palaciegas provocaron que en ese tiempo tres fuesen los
hombres que ocuparon el cargo antes que Septimio y todos ellos asesinados y
traicionados por quienes los habían apoyado (gran protagonismo tuvo la Guardia
Pretoriana, cuyos miembros llegaron a subastar y adjudicar al mejor postor el cargo
de emperador del imperio).
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Cuando su esposo se alzó con el poder Julia Domna se
convirtió en la mujer más influyente y con más poder del Imperio Romano (fue
declarada como Augusta y conocida
como ‘Madre de la Patria Romana’).
Nada ocurría bajo el gobierno de su esposo que ella no conociera y rara era la
ley que se aprobaba sin haber dado antes su visto bueno.
Pero al igual que fue elogiada y admirada por un gran número
de ciudadanos romanos, también se ganó la enemistad de otros que no estaban de
acuerdo con la forma de gobernar de Septimio Severo.
Eso sí, los amigos files de los que se rodeó Julia Domna
eran personas sabias y eruditas que compartieron con ella sus conocimientos
sobre filosofía, matemáticas, retórica, poesía y un largo número de doctrinas por
las que se interesó.
Del matrimonio nacieron dos hijos: Lucio Septimo Bassiano (que pasaría a la historia como ‘Caracalla’) y Publio Septimio ‘Geta’, quienes ocuparon conjuntamente el trono de co-emperadores
del Imperio Romano tras la muerte de su padre en el año 211.
Pero ese gobierno conjunto duró apenas unos meses, ya que la
rivalidad entre ambos hermanos llevó a Caracalla a asesinar a Geta.
Posteriormente gobernó en solitario a lo largo de seis años (hasta el 217) en
el que fue asesinado y tras su muerte, todo parece indicar, que su madre
decidió suicidarse a los 47 años de edad.
Durante los años en el que el primogénito de Julia Domna fue
emperador, ésta se ocupó de numerosos asuntos de Estado, al igual que había
estado haciendo con su esposo. Tras el asesinato de su hijo el puesto de
emperador cayó en manos de Marcus
Opellius Macrinus ‘Macrino’, el hombre que ordenó su muerte, pero éste no
pudo disfrutar de su cargo durante demasiado tiempo (tan solo 14 meses, hasta
junio del 218) siendo derrotado por un ejército de leales a la familia de las
hermanas Julia Domna y Julia Mesa,
tal y como os explico en el post sobre Heliogábalo,
el adolescente y promiscuo emperador romano que llegó a prostituirse.
Fuente de la imagen: Wikimedia
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