El sanguinario asesino en serie que acabó trabajando como verdugo a las órdenes del rey Carlos II de Inglaterra

Posiblemente uno de
los empleos más infames
que han existido (y todavía hoy existen) es el de verdugo. El hecho de quitar la vida a
alguien –por muy graves que fueran sus delitos- y hacerlo con total sangre fría
da que pensar sobre este tipo de personajes.

En la Historia ha habido un buen puñado de verdugos que han
llegado a ser sumamente populares y los relatos sobre sus vidas llegan a poner
los pelos de punta, debido a la crueldad con la que –en algunos casos- llegaron
a ajusticiar a los condenados a muerte.

[Relacionado: William
Calcratt, el cruel verdugo que ejerció más años su oficio
]

Entre todos ellos –de los que os he hablado de un buen
puñado- se encuentra Jack Ketch, un
siniestro y perverso personaje que sentía un extraño placer por matar y que vio
cómo podía hacerlo libremente y sin tener problema alguno con la justicia:
convirtiéndose en verdugo y servir a la Corona Inglesa.

Según explican algunas crónicas de la época (segunda mitad
del siglo XVII) este singular personaje se llamaba realmente Richard Jacquet, aunque en un momento
de su vida decidió cambiarse el nombre por el de Jack Ketch (y algunas
ocasiones aparece como John), posiblemente porque tendría alguna deuda
pendiente con la justicia y así no era localizado.

No era bien agraciado y desde pequeño fue continuo objeto de
burla, algo que provocó que ya siendo muy joven su carácter fuese arisco y
estuviera continuamente envuelto en peleas y problemas.

Sentía un placer especial por torturar y matar animales y
quería poder hacerlo también a personas, así que aprovechó para presentarse a ejercer
el oficio de verdugo que se convocó bajo el reinado de Carlos II,
pero en un inicio no como ajusticiador oficial en Londres, sino que se
encargaría de las ejecuciones que debían realizarse por toda Inglaterra,
teniendo que desplazarse continuamente. Estuvo algo más de dos décadas ejerciendo
este trabajo y con los años sí que se encargaría de realizarlo en la capital
inglesa.

Durante largo tiempo aquella población en la que se juzgaba
a alguien y condenaba a muerte al reo podía disponer de un verdugo que podía
hacer cumplir la sentencia.

[Relacionado: La ejecución de Robert François
Damiens, una de las más crueles de la Historia
]

Lo curioso del caso era lo chapucero
que llegaba a ser Jack Ketch, ya que no tenía una técnica depurada para cortar el
cuello de los condenados y numerosas eran las ocasiones en las que tenía que
dar una y otra vez con el hacha hasta poder separar la cabeza del resto del
cuerpo.

Numerosas fueron las veces en las que los propios condenados
(o algún familiar) le ofrecieron una buena suma de dinero a Jack Ketch con la
intención de que la ejecución fuera rápida y limpia. Pero jamás consiguió
hacerlo bien.

Parece ser que su chapucera manera de ejecutar excitaba al
público presente y Jack se venía arriba, haciendo de aquella carnicería un
auténtico –aunque infame- espectáculo.

Muchas fueron las veces que fue requerido para no solo hacer
cumplir la sentencia de muerte, sino para torturar previamente al condenado;
algo que le encantaba hacer y con lo que disfrutaba arrancándoles la lengua, las
uñas, partiéndoles los dedos…

Era tal su afán por quitar la vida a otros que no le
importaba hacer en un solo día numerosísimas ejecuciones (según consta, llegó a
ajusticiar en un mismo día hasta una treintena de condenados).

Jack Ketch era un demente sanguinario y encima lo hacía bajo
el nombre del rey, quien vio en este tipo a alguien que podía quitarle de
encima a todo aquel que conspiraba contra la corona inglesa, por lo que entre
los ejecutados se encuentran varios ilustres aristócratas de la época.

En 1685, tras el fallecimiento de Carlos II subió al trono
de Inglaterra el hermano de éste Jacobo II. El
fallecido rey no tenía descendencia legítima, pero sí que una numerosísima
prole de hijos bastardos (cerca de una veintena) y uno de ellos – James
Scott, I duque de Monmouth
– lideró un levantamiento contra el nuevo
monarca que fracasó y tras ser apresado se le encargó a Jack Ketch que lo
ejecutase por conspiración. Sonada fue esta ejecución, ya que es de las que el
verdugo recibió una buena suma de dinero para hacerlo limpiamente y sin
ensañamiento y sin embargo hizo una auténtica carnicería.

[Relacionado: Charles Henri Sanson, el
verdugo real que acabó ejecutando al propio rey de Francia
]

Pero con el nuevo rey Jack Ketch dejó de ser el verdugo
principal y cada vez era menos requerido para ajusticiar a los condenados.  Este sanguinario verdugo –que en el fondo
escondía a un desequilibrado asesino en serie- comenzó a acumular deudas, beber
más de la cuenta y meterse en innumerables altercados.

En 1686, bajo los efectos del alcohol, asesinó a una
prostituta, siendo detenido, juzgado y condenado a muerte. En noviembre de ese
mismo año era ahorcado por su sucesor.

Desde entonces, el nombre ‘Jack Ketch‘, en la cultura anglosajona
se utiliza para referirse a alguien despiadado y despreciable y son muchos los
cuentos de miedo que se explican en el que el personaje se llama de ese modo
(algo así como en nuestra lengua para referirnos al ‘Coco’ o ‘el hombre del saco’).

[Relacionado: Mastro Titta, un verdugo a sueldo
del Papa
]