A finales del pasado año el prestigioso semanario alemán Der Spiegel tuvo que hacer público un
engaño del que, tanto los lectores como la dirección de este importantísimo
medio, habían sido víctimas por parte de uno de sus redactores que mayor
proyección (Claas
Relotius) había
tenido en los últimos meses. Un hecho que les hizo sacar los colores, al no
haber sido capaz de detectar los flagrantes engaños de historias inventadas que
el redactor iba entregando para su publicación semanalmente y que se habían
convertido en las favoritas de quienes leían la revista.
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Desde entonces, la dirección de Der Spiegel va publicando
continuamente nuevas actualizaciones sobre lo que ya se ha bautizado como ‘Caso Relotius’, en donde van desentrañando
la red de mentiras, personajes e historias inventadas por el periodista en sus
artículos. Puedes seguir el hilo de esa historia a través del siguiente enlace:
http://www.spiegel.de/thema/der_fall_claas_relotius/
Pero este no es un caso nuevo ni aislado en el mundo de la
prensa escrita (e incluso en radio y televisión) y numerosas han sido las
ocasiones en las que se ha pillado a algún periodista tras haberse inventado
algunas de las historias que había publicado.
Uno de los más famosos es el que tuvo lugar en el año 2003 y
que afectó de lleno a The New York Times,
uno de los diarios más prestigiosos del planeta, tras descubrirse que un joven redactor
llamado Jayson Blair, de 27 años de
edad y cinco trabando para en el periódico, había estado inventándose gran
parte de los artículos que le habían encargado escribir.
No solo se inventaba un gran número de datos, las
declaraciones de personas a las que nunca entrevistó o lugares a los que había
sido enviado a cubrir una noticia y a los que no llegó a viajar, también se dedicaba a plagiar el contenido de
otras publicaciones.
Muchas fueron las ocasiones en las que, a lo largo de los
cinco años que trabajó para The New York Times, Jayson Blair no se había trasladado al lugar de la
noticia al que su redactor jefe lo había mandado ir, escribiendo sobre el
suceso a cubrir a través de búsquedas en
internet que hacía desde su apartamento en pequeños periódicos locales y de
poco alcance, copiando párrafos enteros
y sin cambiar una sola coma e incluirlo en artículos que rellenaba con información salida directamente de su
imaginación.
Cabe destacar que varias fueron las veces en las que sí que
viajó al lugar de la noticia pero no había entrevistado a las personas que
después nombraba en sus artículos, inventándose el texto de las supuestas respuestas o copiándolas de las
declaraciones encontradas en otros medios.
De cara a sus compañeros y jefes del periódico, Jayson estaba
realizando un trabajo impecable para ser un recién licenciado sin apenas
experiencia, por lo que de seguir así se
le preveía un brillante futuro en el periodismo.
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Incluso varias fueron las veces en las que recibió la
felicitación de sus superiores al lograr meter alguno de sus artículos en la portada del NYT, algo que no habían
conseguido otros periodistas veteranos de la casa que llevaban trabajando allí muchos más
años que él.
A lo largo del año 2002 la dirección del periódico recibió algunas comunicaciones por parte de otras publicaciones o lectores en los que les advertían de las coincidencias con otros artículos publicados en fecha anterior a la del trabajo presentado por Jayson Blair (normalmente eran los artículos del New York Times los que solían ser plagiados por otros medios y no al revés).
También recibieron varios reportes de personas vinculadas con
algunas noticias (supuestamente) cubiertas por el periodista y que aseguraban que los
acontecimientos no habían sucedido tal y como Jayson describía.
Por tal motivo se inició una investigación interna en la que
se repasaron uno por uno todos los artículos y se descubrió que había más de
una treintena en los que se detectó algún tipo de plagio (copia y pega) realizado de otra publicación, testimonios
falsos, hechos que no habían ocurrido realmente como él lo había explicado y un
largo etcétera de irregularidades que obligaron a la dirección del NYT a tener
que despedir a Jayson Blair y a publicar un artículo de cuatro páginas en
el que explicaban lo sucedido y donde pedían, avergonzados, disculpas a sus lectores.
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En la investigación también se descubrió otro grave fraude por parte de Jayson: en realidad no tenía el título de periodista, ya que había abandonado la carrera un año antes de finalizarla en la Universidad de Maryland.
El caso se convirtió en todo
un escándalo periodístico y los grandes medios tomaron como ejemplo este fraude
para aplicar más controles de verificación (algo que se ha logrado saltarse Claas Relotius,
con quien iniciaba este post, en Der Spiegel donde tienen un filtro de
una sesentena de verificadores).
Por su parte Jayson Blair admitió su culpa y engaño y tiempo
después hizo público un informe médico por el cual se le había diagnosticado un
trastorno bipolar, admitiendo
haber abusado del consumo de estupefacientes.
En marzo de 2004 publicó un libro titulado ‘Burning
Down My Master’s House’ que se convirtió en un best seller, retomó sus
abandonados estudios universitarios y acabó convirtiéndose en conferenciante y coaching,
profesión que actualmente, quince años después, sigue realizando y de la que se ha convertido en todo
un reputado profesional.
Fuentes de consulta e imagen: nytimes
/ time
/ elpais
/ Der Spiegel / pbs
/ Newsweek / pixabay
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EEUU]