Aquellos viajeros que pasaron por la población de Ansbach (en la región de Baviera) en el frío invierno de 1685, pudieron comprobar con sus propios ojos cómo, en el centro de la plaza del pueblo, se encontraba colgado el cuerpo sin vida de un hombre lobo, al que habían dado caza los vecinos unos días antes.
La visión de ese espectáculo era escalofriante, hecho que dio lugar a que los visitantes explicasen a su regreso la fantástica historia de cómo se acabó con la vida del que sería conocido a través de los siglos como el hombre lobo de Ansbach.
Lo peculiar del asunto no solo era que existiera un cruce entre un antropófago humano y un lobo, muy común en las historias, mitos y leyendas de centroeuropa, sino que, según los habitantes del lugar, se trataba de la reencarnación del Burgomaestre (palabra para designar en la zona al Magistrado municipal o Alcalde).
Los lugareños contaban cómo Michael Light, máximo responsable municipal, utilizaba de una forma hostil y déspota su poder sobre los ciudadanos de Ansbach. A lo largo de unos cuantos años, la tiranía de Light se volvió insoportable hasta que alguien lo asesinó. Las historias vecinales decían que el Alcalde profirió una maldición, jurando reencarnarse y volver para matar a las mujeres y niños del pueblo. Hubo incluso quien aseguró que el espíritu del propio Light se encontraba observando su propio funeral desde la azotea de su casa.
La situación se volvió delicada pocos días después de la muerte del Burgomaestre, cuando comenzaron a aparecer animales muertos en las granjas de las afueras del Ansbach. El ganado estaba destrozado como si alguien lo hubiese devorado. Los siguientes en morir fueron tres niños que se adentraron en el bosque y cuyos pequeños cuerpos estaban mutilados.
Los sucesos provocaron una ola de terror que sacudió a toda la población, provocando su organización en una cuadrilla de hombres que se adentraría en el bosque en busca de la bestia que había ocasionado la tragedia. Era un grupo de fuertes y valientes voluntarios que deberían enfrentarse principalmente al mayor de los peligros: el frío invierno bávaro.
Pocos días después, regresaron al pueblo victoriosos: llevaban con ellos un enorme lobo salvaje al que habían vestido con ropas humanas, colocado una peluca y cortado el hocico para darle un aspecto más parecido a un humano. Lo pasearon por todo el pueblo, mostrándolo como un valioso trofeo de caza.
Evidentemente, no se trataba de un hombre-lobo, ni de ningún ser mitológico. Era simple y sencillamente un lobo salvaje que, debido al crudo invierno, se había acercado hasta las inmediaciones de Ansbach en busca de comida. El fervor colectivo hizo todo lo demás, convirtiendo una sencilla historia en una curiosa y escalofriante leyenda de hombres lobos, maldiciones y reencarnaciones.
Fuentes de consulta: Gutenberg.spiegel / Anfrix