Tres años de estudio y planificación y 2 millones de dólares fue el resultado de un experimento llevado a cabo por el ejército de los Estados Unidos con el que se querían crear unas bombas incendiarias que fuesen unidas al cuerpo de los murciélagos y, con estos, atacar objetivos en múltiples poblaciones japonesas.
Tras el descomunal ataque sufrido por Estados Unidos en Pearl Harbor, al ser atacados por sorpresa por parte del ejército japonés el 7 de diciembre de 1941, los norteamericanos buscaron la manera de cómo asestar un duro golpe al país del sol naciente y vengarse.
Se trabajó sin descanso y los más cualificados científicos investigaron bajo las órdenes del Gobierno todo modo de crear artefactos que supusieran un avance en la forma de atacar y dañar objetivos nipones. Los investigadores proponían diferentes modos de crear bombas lo suficientemente potentes como para causar mucho daño.
Pero también la población civil quería colaborar, aportando diferentes ideas de cómo acabar con los japoneses. Eran tiempos en el que el ataque a Pearl Harbor había tocado la fibra nacionalista de los norteamericanos.
Algunas de esas propuestas recibidas por el ejército o el mismo Gobierno llegaban a rozar lo irrisorio y, a veces, racional, estando más cerca de cualquier artefacto creado para la ficción cinematográfica que para ser llevado a cabo.
El 12 de enero de 1942, la Casa Blanca recibió una carta en la que el Dr. Lytle S. Adams les remitía una idea que a primera vista parecía descabellada, pero que tras su estudio y reflexión llegó a convencer a gran parte de la cúpula militar. No sin la inestimable ayuda de la primera dama Eleanor Roosevelt que intercedió ante su marido en favor del doctor, al que conocía personalmente.
El Dr. Adams estaba pasando sus vacaciones en California cuando ocurrió el terrible ataque a Pearl Harbor. La casualidad lo había llevado a visitar unas cuevas que se encontraban en la población de Carlsbad. Aquel lugar era el punto que servía de guarida a millones de murciélagos y fue allí donde se le ocurrió la viabilidad de utilizar a esos pequeños quirópteros como contenedores y trasportadores de pequeñas bombas.
Los estudió a fondo y pudo comprobar cómo eran capaces de transportar y aguantar tres veces su propio peso. La perfecta orientación nocturna de estos animales ayudaría a poder poner en marcha los ataques al caer el día.
El presidente Roosevelt aprobó el proyecto y facilitó a Lytle S. Adams todo aquello que precisase para llevar a cabo la puesta en marcha del experimento, el cual, a pesar de estar más cerca de una historieta de cómic o película de ciencia ficción, era visto con buenos ojos por todos los estamentos militares y gubernamentales.
Se comenzó a trabajar en todos los aspectos vitales para poner en marcha el proyecto. Se crearon pequeños artefactos incendiarios de apenas 25 gramos de peso y se preveía meter a los murciélagos en una especie de cajas cerradas que se lanzarían desde los aviones y se abrirían a 100 metros de altura, para liberar más un millón de estos animales y, ellos mismos, se dirigirían a cumplir su misión terrorista atraídos por la luz de los objetivos.
Parecía un plan sencillo y perfecto, pero en 1943, tras año y medio de arduo trabajo, las centenares de pruebas realizadas empezaban a demostrar los continuos fallos y la posible inviabilidad del proyecto.
Varios fueron los problemas causados por murciélagos que fueron liberados accidentalmente del lugar de experimentación en Muroc Lake (California). La mala adecuación de las cajas contenedoras también propiciaba el mal resultado de las pruebas.
Estas meteduras de pata provocaron que, en agosto de 1943, la Armada de los Estados Unidos se hiciera cargo del proyecto e intentasen llevarlo a cabo, bajo el absoluto convencimiento de que el plan podría funcionar perfectamente. El primer paso fue cambiar el nombre al proyecto por el de “Rayos X” y a continuación trasladó la base de operaciones desde Muroc Lake hasta El Centro, también en California.
Pero los expertos de la armada norteamericana tampoco fueron capaces de poner en funcionamiento todo el entramado. Los múltiples ensayos fracasaban uno tras otro. Cuando no era la indisciplina de los propios animales era un despiste humano y cuando no un error en el contenedor o en el tiempo entre que se lanzaban, liberaban y explotaban. Uno tras otro eran errores de planificación y puesta en marcha.
Finalmente, el verano de 1944 se decidió poner punto y final al proyecto, en vista de que las previsiones más optimistas ponían como fecha límite para tenerlo todo a punto hasta mediados de 1945. Pero para aquellas fechas, el ejército de los Estados Unidos ya tenía demasiada prisa por poner fin a la guerra y no deseaba tener que esperar un año más en ver terminada la operación de los murciélagos bomba.
Post publicado originalmente para Yahoo! Noticias España el 15/2/2012:
https://es.noticias.yahoo.com/blogs/cuaderno-historias/el-experimento-muroc-lake-los-murci%C3%A9lagos-bomba-172923634.html
Fuentes de consulta: usawildlife / airforce-magazine