El aparentemente modélico (aunque falso) médico que asesinó a toda su familia tras ser descubierto

Pasaban quince minutos de las cuatro de la madrugada, del recién estrenado lunes 11 de enero de 1993, cuando los trabajadores del servicio de recogida de basuras que estaban realizando el servicio en la población de Prévessin-Moëns (al Este de Francia y fronteriza con Suiza), pudieron observar cómo de repente comenzaban un incendio en el interior de una de las lujosas casas por la que casualmente pasaba el camión en aquel momento. Esto fue determinante para poder avisar con rapidez a los bomberos, sofocar completamente el fuego y entrar a rescatar a los miembros de la familia Romand Crolet, quienes residían en aquel hogar desde hacía unos pocos años.

El matrimonio estaba compuesto por Jean-Claude Romand (un reconocido e importante médico que trabajaba en la sede de la Organización Mundial de la Salud, en Ginebra, a escasos 10 kilómetros de allí), su esposa, Florence Crolet (farmacéutica de profesión, aunque ejerciendo como ama de casa en aquellos momentos) y sus dos pequeños hijos, Caroline y Antoine (de siete y cinco años respectivamente).

Tras acceder los servicios de auxilio a la vivienda se encontraron con una desagradable y espeluznante sorpresa. Jean-Claude estaba inconsciente en el salón de la casa, la cual olía fuertemente a gasolina y Florence y los pequeños se encontraban en sus respectivos dormitorios pero muertos. La esposa tenía el cráneo reventado a golpes, mientras que los hijos un tiro en la nuca cada uno.

Jean-Claude Romand fue trasladado en ambulancia a un hospital de Ginebra y durante el trayecto quedó en coma profundo (según algunas fuentes debido a un error cometido por los paramédicos que lo atendió durante el trayecto).

Mientras se encontraba en coma en el hospital, las autoridades de la población francesa de Clairvaux-les-Lacs (a poco más de hora y media en coche de Prévessin-Moëns) realizaban otro macabro hallazgo, al encontrar los cuerpos sin vida de los progenitores de Jean-Claude en su domicilio y presentando también heridas mortales de un arma de fuego (el padre un tiro en la nuca y la madre en el pecho, ambos realizados desde muy poca distancia).

Sin descartar ninguna hipótesis, las primeras investigaciones determinaron que Jean-Claude había tratado de suicidarse, tras haber acabado con la vida de sus familiares, ingiriendo una gran cantidad de barbitúricos (que estaban caducados y solo lo dejaron inconsciente) y prendió fuego a la casa, no sin antes haber dejado una nota en la que pedía perdón por lo que había hecho.

Al tratarse de un reconocido médico que trabajaba para la OMS y que además se encontraba en la elaboración de una vacuna contra el cáncer, la noticia del cuádruple crimen cometido por Jean-Claude saltó rápidamente a la prensa, algo que hizo que una mujer llamada Chantal Delalande se presentara frente a la policía de París y declarase que la misma tarde del incendio la pasó con Jean-Claude, debido a que eran amantes desde hacía un tiempo, y que éste la intentó estrangular yendo en el coche a visitar supuestamente a un amigo común, aunque ella pudo librarse y tras un largo forcejeo él la dejó marchar.

Poco a poco la policía estaba realizando un perfil del asesino, pero las sorpresas aumentaban según iban pasando los días de investigación al enterarse que Jean-Claude Romand jamás se sacó el título de médico (tan solo había estudiado un par de cursos en la facultad de medicina) y, además, nunca había trabajado en la OMS. Ni tan siquiera constaba que hubiese cotizado en un solo empleo en los últimos veinte años.

Pero entonces ¿quién era Jean-Claude Romand y a qué se dedicaba realmente para poder llevar un lujoso ritmo de vida? Poseía una lujosa casa en Prévessin-Moëns y cada poco tiempo se cambiaba de automóvil (normalmente BMW de gama alta).

Los investigadores fueron tirando del hilo y pudieron descubrir toda la verdad sobre aquel misterioso y siniestro personaje; aparte de que cuando despertó del coma confesó ante la policía todo sobre los asesinatos que había cometido y cómo había amasado ilícitamente una pequeña fortuna que le ayudó a vivir lujosamente sin trabajar durante dos décadas.

A pesar de que Jean-Claude Romand tenía un cociente intelectual bastante alto y durante el primer año en la facultad de medicina sacó excelentes notas (había sido un estudiante ejemplar hasta aquel momento), nunca llegó a examinarse del segundo curso, aunque a su propios padres, amigos y novia Florence (a quien conoció en la universidad) les dijo que se sacó la carrera. También comunicó con gran alegría que había sido nombrado investigador en el INSERM, en Lyon, y posteriormente adscrito con el título de profesor de investigación en la sede central de la OMS en Ginebra.

Todos y cada día de sus días salía a trabajar y llevó una vida totalmente normal. Se casó con Florence, tuvieron dos hijos y su carrera profesional era (aparentemente) todo un éxito, viajando frecuentemente por cuestiones de trabajo, asistir a reuniones, congresos médicos, etc. Todo sin levantar una sola sospecha y llevando un nivel de vida de un alto poder adquisitivo.

Y es que a lo largo de aquellas dos décadas, Jean-Claude se dedicó a estafar a cientos de personas (incluidos algunos familiares), debido a que los animaba a invertir en un supuesto laboratorio suizo que estaba desarrollando una vacuna contra el cáncer. Se calcula que a lo largo de todo aquel tiempo consiguió varios cientos de miles de francos aproximados a una cantidad que actualmente rondaría el millón y medio de euros.

Una de sus tácticas era ir pagando intereses a inversores con dinero que iban prestándole nuevos estafados por él.

Parece ser que a finales de 1992 (un mes antes de los asesinatos), algunos miembros de la familia de la esposa de Jean-Claude empezaron a sospechar de que algo turbio escondía. En los meses anteriores había gastado más de lo previsto y no había conseguido nuevos inversores para pagar a quienes le reclamaban sus intereses y al no poder hacer frente y darles largas, alguno se puso a investigar por su cuenta y descubrió toda las mentiras que llevaba explicándoles desde hacía veinte años.

Entre los muchos embustes había hecho creer que padeció un linfoma, algo que sirvió para dar pena a Florence (cuando eran compañeros de universidad) y acabase siendo novia de él y, posteriormente, casarse. También les mintió diciéndoles que se había curado gracias a la vacuna en la que estaba trabajando en Ginebra desde la OMS junto a unos laboratorios farmacéuticos.

También ganó una pequeña fortuna vendiendo fármacos falsos a enfermos de cáncer, haciéndoles creer que con ellos se curarían de la enfermedad.

Una espiral de mentiras que finamente se pusieron al descubierto y ante la desesperación hizo que decidiera asesinar a su familia y posteriormente intentara suicidarse. Pero el hecho de tomar barbitúricos caducados no consiguió el propósito de quitarse la vida.

Sobre Jean-Claude Romand también recae la sospecha de que hubiese podido asesinar a su suegro, Pierre Crolet, el 23 de octubre de 1988, cuando éste cayó rodando por las escaleras y la única persona que se encontraba en aquel lugar en ese momento era su yerno. Nunca se pudo demostrar nada y quedó como un accidente doméstico, debido a que la buena reputación que tenía por aquel entonces el supuesto médico no hizo dudar a nadie de su inocencia.

El juicio por el quíntuple asesinato se celebró entre el 25 de junio – 2 de julio de 1996 en Ain (prefectura de Bourg-en-Bresse) siendo encontrado culpable y condenado a cadena perpetua, pero tan solo cumplió 23 años, debido a que fue puesto en libertad, el 25 de abril de 2019, por buena conducta y tras haberse convertido en un devoto religioso, yendo a vivir a la abadía de monjes benedictinos de Notre-Dame de Fontgombault en el departamento de Indre.

Fuentes de consulta e imagen: jc.romand / liberation / leparisien / ledauphine / leprogres

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