Cuando en el siglo XIX se puso de moda dar a los bebés jarabes a base de opio y alcohol o heroína
La industria farmacéutica es una de las corporaciones que más ha avanzado en el último siglo y medio, encontrándonos que actualmente se puede encontrar un medicamento adecuado para casi todas las patologías, conociéndose concienzudamente cuál es la dosis adecuada para cada dolencia y edad, con el fin de evitar que no se suministre determinados fármacos o compuestos según a quién y, sobre todo, no administrar erróneamente a los más pequeños o personas incompatibles con esos compuestos.
Pero hubo un tiempo en el que la medicina farmacológica tuvo su gran eclosión (a partir de la segunda mitad del siglo XIX) y un gran número de medicamentos químicos aparecieron en las boticas que hasta aquel momento se habían dedicado a elaborar remedios con un mayor número de componentes de origen natural.
La irrupción de la química en los productos farmacológicos daba un resultado mucho mejor para el tratamiento de numerosas enfermedades que el que hasta entonces se había obtenido con la medicina natural o tradicional, pero todavía estaba en su fase inicial y no todos los compuestos que llevaban los medicamentos se adecuaban perfectamente a los usuarios de los mismos.
Por ejemplo, un gran número de los fármacos que aparecieron a partir de la segunda mitad de 1800 llevaban en su composición algo que hoy en día sería impensable, como la heroína, morfina, opio o alcohol. Pero, es que, además, estos se suministraban indiscriminadamente a pacientes de cualquier edad.
Uno de esos innovadores medicamentos fue el ‘Stickney & Poor’s Paregoric Syrup’, un jarabe desarrollado por el laboratorio Stickney & Poor’s de Boston (Massachusetts) realizado a base de opio y alcohol alcanforado y que era conocida popularmente dicha composición como ‘elixir paregórico’.
El mencionado jarabe se prescribía tanto para cortar las diarreas como calmante en un dolor de muelas, combatir un resfriado e incluso para tranquilizar a los bebés inquietos.
El compuesto llevaba 117 miligramos de opio y un 46 por ciento de alcohol, encontrando en el reverso de cada botella unas únicas instrucciones que hacían referencia a la posología (en ningún momento se indicaba los efectos secundarios o adversos tras la ingesta del medicamento).
Las dosis recomendadas eran las siguientes: Para bebés a partir de los cinco días de vida, cinco gotas; desde las dos semanas de vida, ocho gotas; a partir de los cinco años, veinticinco gotas; y los adultos, una cucharadita.
Este jarabe, al igual que todos los medicamentos de la época, podía adquirirse fácilmente en cualquier farmacia sin receta ni prescripción médica y no fue has bien entrado el siglo XX en el que empezó a regularse la venta y consumo de este tipo de fármacos opiáceos en Estados Unidos (tras aprobarse la ‘Harrison Narcotics Act’ de 1914). Aunque no fue hasta 1970 cuando realmente se puso más empeño en frenar el descontrolado abuso de paregóricos.
Según consta, a los bebés y niños pequeños se les estuvo administrando sin control alguno hasta la primera década de 1900 y numerosos son los casos que se dieron de padecimiento de graves efectos secundarios e irreversibles daños en numerosos pequeños tras ser tratados con dicho jarabe.
Pero este fármaco no fue el único que en aquella época se les administró a niños de corta edad. También podemos encontrar que farmacéuticas tan conocidas como la alemana Bayer comercializó, entre 1890 y 1910, un medicamento que contenía heroína (y de hecho ese era su nombre) y que era recetado como remedio médico para combatir la tos infantil, la bronquitis o para un simple catarro.
Para el tratamiento del asma existía el ‘Vapor-OL Treatment nº6’ elaborado por la estadounidense National Vaporizer Co., la cual era una solución a base de alcohol de 45º y 3 gramos de opio. Debía de introducirse en agua caliente y se inhalaba los vapores que desprendía.
Fuente de las imágenes: comunica2punto0
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