Numerosísima ha sido la información y crónicas que nos han
llegado a través de los años de cómo era y se vivía en la Antigua Roma a lo largo de los diez siglos de existencia (del VI a.C.
hasta el I a.C. como república y desde el I a.C. hasta el V d.C. como Imperio).
Todos esos relatos han servido para que hayamos conocido
innumerables detalles sobre ese periodo y ha servido para documentar una gran
cantidad de libros, series y películas de la época, teniendo asumidos como
ciertos y característicos de aquella sociedad algunos datos que en realidad no ocurrieron tal y como nos lo han
explicado.
Muchos son los personajes destacados de aquel periodo y,
posiblemente, los ‘gladiadores’ son
de los más famosos pero también de los que más inexactitudes y datos inexactos
hemos recibido. Uno de los errores más comunes
es centrar ese tipo de combates solo en Roma y su imperio, ya que existen
numerosas evidencias que otros pueblos y culturas mediterráneas también lo
realizaban (como por ejemplo en la Antigua Grecia).
Tenemos asociada la figura del gladiador con la de unos
tipos fornidos que se dedicaban en cuerpo y alma a prepararse para luchar a
vida o muerte en un solo combate e incluso numerosas las historias en las que se
indican que estos eran esclavos. También nos han explicado que cuando uno de
ellos caía herido a la arena era el emperador de turno (o autoridad que
presidía el acto) quien decidía si se le daba muerte o perdonaba la vida, todo
ello animado por el público enfervorecido y, además, indicándolo girando el
dedo pulgar hacia arriba o hacia abajo.
Esto es inexacto, ya que en realidad la mayoría de aquellos enfrentamientos eran puro espectáculo para
entretener y divertir al público, pero sin tener que recurrir a la lucha a vida
o muerte entre luchadores. Se trataba de una lucha algo fingida (algo así
como hacen los participantes del pressing catch de la WWE, en la que la mayoría
de los golpes y caídas son fingidos) en la que los dos contrincantes le metían
una gran dosis de exageración y teatro, con el fin de darle más
espectacularidad.
Los gladiadores eran contratados para dar un espectáculo a
la plebe, que acudía a los coliseos con ganas de pasar un buen rato. Los
luchadores sabían que cuanto más paripé pusieran en sus peleas más entusiasmado
estaría el público y mayor sería la popularidad que alcanzaban. Además, la
mayoría de esos combates no se realizaban únicamente como entretenimiento
popular, sino que se enmarcaban dentro de una serie de actos para homenajear la
memoria de algún personaje importante que había fallecido e incluso de deidades
concretas en la fecha fijada para honrarlas.
El gladiador de élite (y libre) era conocido como ‘autoracti’ y, al igual que hoy en día
con cualquier deportista de primer nivel, se les hacía contratos en exclusiva y
recibían un generosos pago por sus servicios.
Evidentemente hay que señalar que sí se celebraron algunos combates
a vida o muerte, pero estos eran poquísimos en comparación con los que se
trataba de únicamente espectáculo de entretenimiento.
El tema del pulgar (pollice
verso) para indicar cuál debía de ser la suerte del contrincante derrotado
también tiene ciertas discrepancias sobre lo que nos han explicado y cómo se
hacía realmente.
En aquellos enfrentamientos a vida o muerte, el dedo pulgar
hacia arriba era, en realidad, el que determinaba que el gladiador en el suelo
debía morir y no se hacía señalando al cielo sino poniéndoselo bajo la garganta
el encargado de tomar la decisión e indicarla (una señal que significaba que
había que degollarlo). Un gesto que es todo lo contrario a como nos lo han
mostrado a través del cine, televisión y la literatura.
Para conceder el perdón dos eran las señales con el pulgar: apuntando
al suelo (que indicaba al gladiador ganador que clavara su espada en la arena y
así terminar el combate) o contrayendo el dedo y metiéndolo dentro del puño (pollice compresso) con lo que se le
concedía una especie de gracia, debido a que el perdedor solicitaba desde el
suelo que se le permitiera seguir viviendo. Para ello, el gladiador derrotado
debía extender su brazo y enseñar los dedos índice y corazón.
La confusión de hacia dónde señalaba el pulgar proviene de la
representación que aparece en el cuadro ‘Pollice Verso’ realizado en 1872 por el
pintor francés Jean-Léon Gérôme. Fue
tal la popularización de esta pintura que, posteriormente, muchos fueron los autores
que se inspiraron en ella para escribir sus historias sobre gladiadores y en
las que se le daba el sentido erróneo al uso del pulgar en ese tipo de
acontecimientos.
Fuentes de consulta e imágenes: historyextra
/ historiasdelahistoria
/ elhistoricon
/ Wikimedia
commons (1) / Wikimedia
commons (2)
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