Mucho se ha especulado a lo largo de estos últimos 86 años sobre los motivos reales que indujeron a Agatha Christie a desaparecer durante once angustiosos días en los que tuvo en vilo a la policía y prensa de todo el país.
1926 había sido un año irregular en la vida de la escritora, que por aquel entonces contaba con 36 años de edad y una prometedora carrera literaria.
El fallecimiento de su madre a la que estaba estrechamente unida y la desastrosa relación matrimonial a causa de las infidelidades de su esposo, del que estaba profundamente enamorada, ponían la nota amarga a su vida.
En el otro lado de la balanza se encontraba su cada vez más afianzada carrera como escritora de prestigio y la reciente publicación de su séptimo libro, titulado ‘El asesinato de Roger Ackroyd’, el cual serviría para convertirla en una de las plumas universales en el género del misterio y el crimen.
Pero algo tuvo que pasar por la mente de Christie aquella tarde del 3 de diciembre de 1926, en la que, tras dar el beso de buenas noches a su hija Rosalind salió de su casa, tomó su automóvil y desapareció en la noche.
Nada se supo de su paradero a lo largo de los siguientes once días, en los que un sinfín de conjeturas intentaban responder preguntas de porqué había desaparecido y en dónde podría estar.
La mayoría de los dedos señalaban como causa principal la fuerte discusión que había mantenido con su esposo Archibald, cuando éste le pidió el divorcio y reconoció que mantenía una relación fuera del matrimonio con Nancy Neele. Veían en la desaparición una clara intención de sabotear la relación paralela iniciada por su marido.
Otros allegados a la escritora se inclinaban a pensar que el motivo de la desaparición podría estar relacionada con una posible depresión tras la defunción de su madre.
Los más escépticos veían todo un montaje publicitario para lanzar la nueva novela de la escritora y envolverla en un ambiente de misterio que haría las delicias de los amantes de género literario.
Pocas horas después de la desaparición, el coche fue encontrado muy cerca del lago Silent Pool, en la población de Newland’s Corner. Todo hizo pensar que se podría tratar de un suicidio e incluso se barajó el asesinato por parte de su marido.
Desde el Ministerio del Interior se dio orden a la policía para que le diesen al caso la máxima prioridad y se dispusiese de los mejores efectivos. Se contó con la inestimable colaboración en las investigaciones de los escritores de novelas policiacas Arthur Conan Doyle (creador de Sherlock Holmes) y Dorothy L. Sayers (autora de las novelas de Lord Peter Wimsey y amiga personal de Agatha Christie).
Los días iban pasando y no se tenía ninguna evidencia de dónde podría encontrarse la escritora. Un gran despliegue de efectivos humanos peinaron todo el área de Newland’s Corner y buceadores expertos buscaron en el fondo del cercano lago, pero no encontraron rastro alguno, hasta que, el 14 de diciembre, el jefe de la policía recibió un aviso en el que le comunicaban que se había visto a una mujer con las mismas características de Agatha Christie alojada en un lujoso balneario de la ciudad de Harrogate (condado de Yorkshire).
En la ficha de registro figuraba el nombre de Teresa Neele (casualmente el mismo apellido que la amante de Archibald Christie).
Cuando la policía llegó hasta el hotel encontraron a Agatha ajena a lo que había sucedido. Dijo no recordar nada de los últimos once días y, tras un exhaustivo chequeo médico, los doctores que la reconocieron pusieron en el diagnóstico una ‘posible amnesia’.
Agatha Christie jamás comentó con nadie qué fue lo que realmente ocurrió para que decidiese desaparecer y mantuvo el secreto lo largo de los siguientes 50 años de vida (falleció en 1976).
Desde entonces mucho se ha especulado sobre el motivo real de esa repentina desaparición, aunque cada vez son más los expertos que ven en el caso claros síntomas de haber padecido un ‘estado de fuga’, una clase de amnesia que provoca que la persona afectada sufra una salida de su personalidad, olvidando episodios concretos de su vida.
Su inminente divorcio, fallecimiento de su madre y un estado de estrés provocado por la publicación y promoción de su última novela, podrían haber sido sin lugar a dudas el desencadenante de ese estado de fuga que propició el mayor misterio de la reina del crimen.
Fuentes de consulta: The guardian / agathachristie1