El exsoldado de la IIGM que se convirtió en la primera persona transgénero de los EEUU

Una de las películas que triunfó en la cartelera del pasado
año fue ‘La chica danesa’ (The Danish Girl) basada en la vida real de Lili Elbe
(nacida como Einar Wegener) quien fue sometida a una intervención quirúrgica de
cambio de sexo recién iniciada la década de 1930, convirtiéndose en la primera
persona transgénero de la Historia.

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Hoy en día numerosos son los casos de personas transgénero
que, desde entonces, se han hecho enormemente populares y que se aceptan con
toda naturalidad, pero hubo un tiempo en el que la sociedad no admitía ni
estaba socialmente preparada para reconocer los derechos de todo aquel ser
humano que naciendo bajo un género no se sentían identificados con ese cuerpo y
decidían dar el importante paso de someterse a una cirugía de reasignación de
sexo
.

La persona que está considerada como la primera en
realizarlo en los Estados Unidos fue Christine Jorgensen (nacida como hombre y
con el nombre George William) quien revolucionó a los estirados y moralistas
estadounidenses con su cambio de sexo, teniendo en cuenta que en su vida como
varón había servido en el ejército durante la Segunda Guerra Mundial.

Originario del Bronx (Nueva York) George William nació el 30
de mayo de 1926 y creció en el seno de una familia trabajadora en la que, ya
desde pequeño, se dio cuenta que odiaba vestirse como el resto de los muchacho
de su barrio y que le encantaba probarse ropa femenina, maquillarse y
comportarse como una niña frente al espejo. Algo que, bajo el pensamiento que
se tenía en aquella época de depresión y crisis, no era asumido por sus
progenitores.

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Creció, estudió en el New York Institute of Photography y
cuando iba a comenzar a trabajar en la profesión que le apasionaba (la
fotografía) fue reclutado por el Ejército de los EEUU durante la IIGM.

Tenía una complexión más bien frágil y poca estatura, por lo
que los mandos militares optaron por no enviarle al frente y se le asignó como
destino a Fort Dix, las
instalaciones que el ejército tenía en Nueva Jersey.

Una vez terminado el conflicto bélico y dado de alta del
ejército empezó a plantearse seriamente el realizarse una intervención
quirúrgica de cambio de sexo y recién iniciada la década de 1950 se enteró que
en Europa, el doctor Christian Hamburger, estaba experimentando y decidió
viajar hasta Copenhague para conocerlo y convencerlo para que le ayudase en su
cambio de sexo.

Tras un año de terapia, hormonarse y  una complicadísima operación quirúrgica,
finalmente pasó a ser Christine (para escoger su nuevo nombre se inspiró en el
del médico que tanto la había ayudado y lo escogió como homenaje a él).

Tras la intervención tocaba volver a su país y enfrentarse a
una sociedad que muy posiblemente no entendería ni respetaría su nueva
personalidad. Evidentemente se encontró con numerosos problemas, pero muchos
menos de los que, para la época, se esperaba.

El periódico New York Daily News llevó a la portada su
historia el lunes 1 de diciembre de 1952 titulando con grandes letras ‘Ex-GI
Becomes Blonde Beauty’
(Exmilitar se convierte en una belleza rubia).

Tal y como describían las crónicas de la época, hablaban de Christine
Jorgensen como una esbelta y glamurosa rubia de 27 años de edad que había bajado
del avión envuelta en un abrigo de piel, con largas pestañas y labios pintados
de rojo, y que revelaban muy poco de aquel tímido muchacho del Bronx que había
sido hasta hacía unos años.

Su caso llamó la atención en muchos círculos que se
interesaron sobre su vida y experiencia, dando numerosas conferencias que la
convirtieron en un personaje célebre que acabó trabajando en medios como la
radio, televisión, teatros e incluso llegó a hacer una inclusión en el cine de
Hollywood y triunfó con un espectáculo en un club nocturno donde se hacía
patente su ingenio e improvisación.

Christine Jorgensen se convirtió en todo un referente de la
lucha y reivindicaciones del colectivo trans y se le adjudica la frase ‘le di a
la revolución sexual una buena patada en los pantalones’.  

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