El acróbata que cruzó por primera vez las Cataratas del Niágara

El 30 de junio de 1859, Charles Blondin (cuyo verdadero nombre era Jean-François Gravelet) realizó un hito que marcó toda una época en los espectáculos acrobáticos: fue la primera persona en cruzar la garganta de las Cataratas del Niágara, algo que realizaría en repetidas ocasiones a lo largo de su vida y que lo convirtieron en uno de los mejores acróbatas de todos los tiempos.

Esta es su historia…

En 1829, el pequeño Jean-François, de tan solo cinco años, regresó entusiasmado tras pasar la tarde viendo el espectáculo de la compañía de circo ambulante que había acampado en las inmediaciones de su casa, en la población francesa de Saint-Omer.

Lo primero que hizo fue atar una cuerda a dos sillas e intentar caminar sobre ella, tal y como había visto hacer a los artistas circenses. Cayó varias veces de bruces contra el suelo, pero una y otra vez volvía a subirse y lo intentaba de nuevo… Cada vez era más el trozo de cuerda por el que lograba avanzar.

Su padre, un entusiasta del deporte y el ejercicio físico, lo animó a continuar intentándolo y lo matriculó en la prestigiosa escuela de gimnasia de la ciudad de Lyon, donde aprendió de forma acelerada todas las técnicas acrobáticas.

En tan solo seis meses de prácticas y entrenamiento, los responsables de su educación gimnástica decidieron presentarlo en público para que realizara su debut en el mundo del espectáculo, siendo apodado como “le petit prodige” (el pequeño prodigio) y llegando a entusiasmar a todos los presentes.

A los 9 años, tras el repentino fallecimiento de su padre, Jean-François comenzó a realizar actuaciones profesionalmente que ayudasen a la economía familiar y así se recorrió el país entero, realizando espectáculos en las mejores carpas.

En 1951 conoció a William Niblo, quien lo contrató para realizar una importante gira que lo llevaría cuatro años más tarde hasta Nueva York. Fue durante ese tiempo en el que decidieron cambiarle su nombre artístico por el de Charles Blondin, debido a que dos artistas más compartían el apellido Gravelet y así se evitarían confusiones.

A partir de ahí sus éxitos en tierras norteamericanas no dejarían de producirse, realizando grandes proezas hasta que aquel 30 de junio de 1859 cruzase la garganta de las Cataratas del Niágara, caminando sobre una cuerda con un recorrido de 340 metros y a 49 metros de altura por encima del agua.

Un espectáculo que reunió a 5.000 espectadores que contemplaron el hito conseguido por uno de los equilibristas de mayor prestigio del planeta.

A lo largo de los siguientes años repitió la gesta, pero cada vez le añadía una dificultad nueva: ir con los ojos vendados, trasportando a una persona sobre su espalda (a su propio representante), atravesando la cuerda en unos zancos, subirse a una silla que estaba apoyada sobre una sola pata en la cuerda o plantarse en el centro del recorrido y cocinar una tortilla y comérsela allí mismo.

La fama mundial de Charles Blondin no tuvo fronteras, siendo visto por las grandes personalidades de su tiempo. Incluso Abraham Lincoln dijo en 1864 que su presidencia era estar en la cuerda floja al igual que Blondin, quien siguió actuando en los mejores y más selectos espectáculos hasta muy poco antes de su fallecimiento, el 22 de febrero de 1897, dos días antes de cumplir los 73 años.

Algunas crónicas aseguran que ganó una fortuna que superaba los 400.000 dólares de la época.

Fuente de consulta: simpenguin